Los últimos curanderos

Por Gabriela Bustelo *

En las redes se empezó a hablar del asunto dos semanas antes. El programa “Mi casa es la tuya” de Bertín Osborne se trasladaría a Barcelona para entrevistar in loco a Inés Arrimadas y a Miquel Iceta, aspirantes a la Presidencia de la Generalitat en las elecciones catalanas de este 21 de diciembre. Como es sabido, son los candidatos más razonables en convocatoria disparatada que incluye partidos nacionalistas con líderes encarcelados por intentar escindir Cataluña de España. En un primer momento se había pensado grabar el espacio televisivo en casa de uno de los dos invitados, ya que ambos viven en la capital de la autonomía catalana, pero tanto Arrimadas como Iceta se negaron a enseñar su vivienda, pues los correspondientes gabinetes lo consideraban temerario en plena campaña electoral. Recordemos la que se montó con la cocina de Pablo Iglesias cuando la sacó Ana Rosa Quintana en Tele5. Al parecer, los votantes de las democracias occidentales no queremos que nuestros candidatos políticos vivan demasiado bien, pero tampoco demasiado mal. Según los asesores de campaña, es menos arriesgado que el electorado deje volar la imaginación.

Para grabar esta entrega política de “Mi casa es la tuya”, el equipo de Bertín Osborne alquiló un piso en el centro de Barcelona, cerca del Arco del Triunfo, y lo decoró para convertirlo en un hogar fuera del hogar, con un canapé de cuero ocre sustituyendo el sofá gris plomo donde hemos visto sentados a personajes como Mariano Rajoy, Pedro Sánchez o Albert Rivera. Dado el foco catalán de la actualidad, el programa ha funcionado como un sucedáneo de debate preelectoral que invita a comparar a ambos líderes políticos. ¿Y cómo es él? El candidato socialista Iceta se retrata inesperadamente como un señor aburguesado que alardea de que su familia paterna vivía frente a Los Escolapios, en Bilbao. Al oírle explicar que tanto sus ancestros vascos como sus ancestros catalanes eran nacionalistas, surge la duda de si compadecerle o admirarle (por haberse independizado de los independentistas). ¿O es un separata encubierto que persigue otro tripartito? Hay algo en Iceta que no acaba de hacer clic, pese al candor con que nos cuenta su adolescencia marcada por la religión y por unas confesiones al cura no del todo sinceras que le creaban mala conciencia. La cauta sinceridad del candidato del PSC choca frontalmente con la astuta espontaneidad de la candidata de Ciudadanos. Sin alardear de linajes, Inés Arrimadas explica que su padre ha sido abogado y que es la pequeña de una familia numerosa con cinco hijos. Nacida en Jerez de ancestros salmantinos y trasladada a Barcelona por motivos laborales, tras estudiar Derecho y Empresariales en Sevilla, Arrimadas se ha casado con un catalán nacionalista, cosa casi conveniente visto el panorama. Y al final nos hacemos, en voz alta ante la pantalla, la pregunta de rigor: ¿cómo repartirá en este caso España las obligatorias etiquetas de facherío y rojerío? Cosas veredes, porque el revoltijo mediático nos vende a la estudiosa, trabajadora y meritocrática Arrimadas como la facha y al remolón aburguesado y no universitario Iceta como el rojo, pese a que cualquier turista extranjero que viera las dos horas de programa pensaría exactamente lo contrario.

La explicación es sencilla: conforme Ciudadanos se perfila en el horizonte político como alternativa electoral con identidad propia y no corrupta ―rechazo del ‘cupo vasco’, denuncia del adoctrinamiento educativo regional y exigencia de equiparación salarial de policía/guardia civil con fuerzas de seguridad autonómicas―, las reacciones se suceden en cadena. Desde Sánchez etiquetando a C’s como “media naranja del PP”, hasta la querella de la familia Pujol contra Albert Rivera por acusarles de robar, pasando por un Partido Popular dispuesto a hacer president catalán a Iceta antes que a Arrimadas. Recordemos que en el bipartidismo aún imperante hay personajes reverenciados con la misma irracionalidad que las tribus amazónicas adoran a sus hechiceros. En España el ‘Invictus’ de la política, sobrevalorado como ninguno, es Felipe González. Los presidentes de la democracia española han sufrido, todos ellos, feroces campañas mediáticas que los han ido noqueando mientras Felipe González iba multiplicando su reconocimiento nacional e internacional. Esa cualidad felipesca de mago de la tribu ha sido un atributo transferible durante décadas en el entorno del PSOE, como demuestran las trayectorias del periodista y pope de PRISA Juan Luis Cebrián ―a quien ha tenido que desalojar de su trono un extranjero, el franco-armenio Joseph Oughourlian, dueño de Amber Capital―; del cacique socialista José Bono, cuyas operaciones financieras escapan milagrosamente a todas las inspecciones; y del padrone secesionista Josep Pujol, protegido por el PSOE y su entorno mediático durante décadas. Es esa cualidad de ‘brujo sociata’ la que parece creer poseer Iceta cuando nos vende estos días sus enjuagues seudo-nacionalistas. En octubre de 2016, Iceta se quejaba egocéntricamente de que el problema del PSOE es España (poniendo a ambos a la misma altura, cosa notable). Es precisamente lo contrario. El problema de España es el PSOE, que sigue controlando los resortes corruptos y las bisagras recónditas del poder.

* Escritora y periodista española, columnista del sitio Cuarto Poder. Su último libro, en coautoría, es La vicepresidenta (Esfera, 2017)

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