La muerte del liberalismo

Por Pat Buchanan *

Si se les preguntara por los atributos ineludibles de los Estados Unidos que querríamos ser, muchos liberales responderían que deberíamos concretar nuestro destino manifiesto desde 1776 y ser cada vez más igualitarios, más diversos y más democráticos, y erigirnos en modelo para el futuro de la humanidad.

Igualdad, diversidad, democracia: la santísima trinidad del estado secular poscristiano ante cuyo altar reza el Hombre Liberal.

Pero la congregación que venera a esos dioses se está reduciendo. E incluso Europa parece rechazar lo que los Estados Unidos tienen para ofrecer.

Apartándose de la diversidad, Cataluña votó por separarse de España. Los vascos y gallegos de España observan con mucho interés el desarrollo de la crisis secesionista catalana.

El Partido del Pueblo, de derecha, y el Partido de la Libertad, de extrema izquierda, arrasaron con el 60 por ciento de los votos en Austria, y entregaron la conducción del país a Sebastian Kurz, de 31 años, cuya plataforma antiinmigratoria fue plagiada del Partido de la Libertad. Resumiendo: ¡Austria para los austríacos!

La Lombardía, cuya capital es Milán, y el Veneto, votan el domingo por una mayor autonomía respecto de Roma. En el Alto Adigio, región meridional del Tirol separada de Austria y cedida a Italia en Versalles, que Hitler no reclamó para tranquilizar a Mussolini después de su Anschluss 1, hay nuevamente agitación secesionista. Hasta los sicilianos hablan de separación.

El domingo, la República Checa podría tener un nuevo líder, el multimillonario Andrej Babis. Según el Washington Post, Babis “se complace en atacar a la Unión Europea y dice que la misión de la OTAN es cosa de otra época.” Promesa de su plataforma: mantener a las masas musulmanas lejos de la patria.

Para los etnonacionalistas, sus compatriotas no son iguales a los demás, sino que tienen derechos superiores. Pueden rendir pleitesía a la frase de Thomas Jefferson acerca de que “Todos los hombres son creados iguales”, pero no la llevan a la práctica en sus países más allá de lo que Jefferson lo hacía en el suyo.

El 7 de octubre, miles y miles de polacos se alinearon a lo largo de los 3.500 kilómetros de su frontera… para rezar el rosario. Se cumplía el centenario de la última aparición de la Virgen María en Fátima, Portugal, en 1917, y el día de 1571 en que la Santa Alianza hundió la flota musulmana en la batalla de Lepanto y salvó a Europa. El poema “Lepanto” de G.K. Chesterton fue alguna vez de lectura obligatoria en los colegios católicos.

Cada uno de estos movimientos tradicionalistas nacionalistas es único, pero todos tienen una causa común. En los corazones de los pueblos nativos de Europa anida un antiguo temor: la pérdida de la patria a manos de invasores musulmanes.

Europa rechaza, resiste, se aparta de la “diversidad”, ese futuro multiracial, multicultural, multiétnico y multilingüístico que, según dicen las élites norteamericanas, los Estados Unidos tienen la misión de propagar sobre toda la humanidad. En realidad, cada vez más, los pueblos nativos de Europa parecen ver la muerte de sus naciones y su continente allí donde las élites liberales norteamericanas ven el Mundo Feliz por venir.

Para los tradicionalistas europeos, nuestro cielo es su infierno.

Por eso los polacos se arrodillan para implorar a la Virgen María que los libre de la amenaza de un futuro islámico, tal como sus antepasados lo hicieron en los tiempos de Lepanto, y en la Viena de 1683, cuando el rey polaco Juan Sobieski se puso en marcha para frenar la última incursión musulmana en el corazón de Europa.

Los pueblos y los partidos europeos de hoy se valen de medios democráticos para lograr fines “antiliberales”. Y es difícil descubrir qué puede detener esta deriva desde la democracia liberal hacia la derecha restrictiva. Porque virtualmente en cada uno de sus países hay un partido importante, en la oposición o en el poder, que sostiene opiniones profundamente nacionalistas.

Las élites europeas pueden denunciar a estos partidos nuevos como “antiliberales” o fascistas, pero cada vez resulta más evidente que quizás sea el propio liberalismo el que pertenece al pasado. Porque cada vez más europeos ven la invasión del continente por las mismas rutas que recorrían los invasores siglos atrás no como un problema manejable, sino como una crisis existencial. Para muchos europeos, anuncia una alteración irreversible en el carácter de los países que sus nietos van a heredar, y posiblemente el fin de su civilización. Y el hecho de ser tildados con calificativos que hace rato perdieron toxicidad por su uso excesivo no los va a disuadir de votar según sus temores.

Y así como los europeos se niegan a celebrar la diversidad racial, étnica, religiosa y cultural alabada por las élites norteamericanas, también parecen rechazar la idea de que, en naciones que fueron creadas para su propia sangre, los extranjeros deberían recibir un trato igualitario. Los europeos parecen admirar más, y modelar sus naciones en consecuencia, los Estados Unidos menos diversos de la época de Eisenhower, que la Norteamérica políglota de 2017.

Y Europa parece inclinarse más hacia una política inmigratoria parecida a la de la ley McCarran-Walter de 19502 que al proyecto de fronteras abiertas que el senador Edward Kennedy promovió en el Senado en 1965. Kennedy prometió que la composición racial y étnica de los Estados Unidos de la década de 1960 no se vería alterada, y cuestionó la moralidad y los motivos de quienes sugerían que sí lo haría.

En definitiva, ¿por qué se muere el liberalismo?

Porque está demostrando ser lo que James Burnham describió en su Suicidio de Occidente de 1964: la ideología del suicidio de Occidente.

Y lo que hoy vemos en Europa es gente que, al darse cuenta de ello tardíamente, ha comenzado a expresar su “rabia, rabia, contra la llama que se apaga”.3

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana © Gaucho Malo.

Notas relacionadasEuropa, Europa
  1. Anexión de Austria por la Alemania nazi. []
  2. En vigencia desde 1952, establecía un sistema de preferencias basado en la etnia y las competencias laborales. Fue modificada sustancialmente en 1965 y 1990. []
  3. Rage, rage against the dying of the light, verso de un poema de Dylan Thomas que se revuelve contra la resignación frente a la muerte. []

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