Traspasos e infamias

El jueves 12 de diciembre de 2024 la República Argentina estuvo institucionalmente acéfala (esto quiere decir sin cabeza, sin Poder Ejecutivo) por espacio de siete horas, una situación anómala y potencialmente grave que debería llamar la atención de la ciudadanía y de los otros poderes del Estado. La acefalía ocurrió entre las 12:00 de ese día, cuando el presidente Javier Milei abandonó el país rumbo a Europa en un vuelo privado, y las 19:00, cuando el escribano general de gobierno presentó el acta de traspaso del mando a la vicepresidente de la Nación, a quien la Constitución encomienda en su artículo 88 hacerse cargo del Ejecutivo cuando el presidente se ausente “de la Capital” (eran otros tiempos).

El traspaso del mando no se formaliza hasta que el presidente y el vicepresidente firman el acta respectiva en presencia del escribano general de gobierno; no se trata de un hecho automático que se dispara tan pronto el presidente se ausenta sino un acto de derecho, que por eso mismo requiere la presencia del escribano. Hubo casos en los que presidente, vicepresidente y escribano se presentaron juntos en el aeropuerto de partida para asegurar que no se produjeran baches en el ejercicio del poder constitucional. Es por eso que la Casa Militar avisa formalmente el martes 10 al escribano Martín Rodríguez Giesso sobre los detalles del viaje para que este notario se ocupe de las formalidades del caso. El escribano general de gobierno administra un Libro de Juramentos, en el que se extienden, entre otras cosas, las actas de las asunciones, reasunciones y delegaciones de mando del presidente y vicepresidente de la Nación.

El aviso de la Casa Militar llegó también a la secretaría general de la presidencia, encabezada por Karina Milei, como reaseguro administrativo sobre el cumplimiento de los procedimientos, y a varios otros funcionarios, pero no a la vicepresidente, porque a ella no le cabe decisión alguna en este caso. Es irrelevante que estuviera o no anoticiada de antemano sobre el viaje. Es el presidente el que delega voluntariamente el mando, dónde y cuándo lo cree conveniente, y la vicepresidente lo recibe porque está constitucionalmente obligada a hacerlo: es su función principal.

Ese jueves 12 de diciembre la vicepresidente Victoria Villarruel presidía desde las 11 de la mañana una sesión crucial del Senado, ejerciendo su segunda obligación constitucional, pero el escribano general de gobierno sólo le presentó el acta de traspaso del mando siete horas después, tan pronto esa sesión finalizó. El presidente Javier Milei y la secretaria general de la presidencia Karina Milei habían abandonado el país sin asegurarse de que la delegación del mando se hubiese cumplido en tiempo y en forma. Sobre las razones de esa flagrante negligencia, que puso en riesgo a la República, sólo cabe especular.

Pero es posible razonar algunas cosas: en primer lugar, el presidente sabía muy bien lo que estaba haciendo, porque cuando el Senado discutía la ley bases también estaba él a punto de viajar hacia el exterior, pero se cuidó de demorar la partida hasta que la sesión terminara porque le interesaba que Villarruel pudiese emitir su voto de desempate como presidente del Senado y antes de hacerse cargo de la presidencia; en segundo lugar, es evidente que el escribano general de gobierno esperó hasta que la sesión que discutía la situación del senador Edgardo Kueider concluyera para hacer firmar a la vicepresidente el acta de traspaso del mando, de modo que no hubiese superposición de funciones y Villarruel pudiese seguir cumpliendo sus tareas legislativas hasta el final.

Es evidente también que el escribano Rodríguez Giesso no actuó de ese modo por propia iniciativa, sino por indicaciones del presidente o de la secretaria general de la presidencia, y es evidente que si recibió esas indicaciones es porque uno o la otra o los dos sabían que la vicepresidente iba a actuar lealmente hasta último momento para defender las posturas oficialistas en el tema que se discutía, cosa que, por otra parte, confirmaron todos los jefes de bloque de la oposición. La campaña de calumnias que desde el ejecutivo se organizó posteriormente contra ella, y la manera como la prensa adicta la multiplicó, repitiendo comas y comillas, habrán de incorporarse a nuestra nutrida historia nacional de la infamia. –S.G.

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