El gobierno y sus enemigos

Los principales enemigos del gobierno de Macri aparecen donde debieran estar sus amigos, y amenazan con paralizarlo

El gobierno de Mauricio Macri está rodeado de enemigos, eso es cierto. Los batatas que esta semana cortaron calles con caras encapuchadas y vientres desafiantes claramente no son amigos de Macri. Tampoco constituyen una amenaza: ninguno de ellos podría correr más de cien metros sin una crisis cardiorespiratoria. La estrella roja que lucían en sus remeras asustó a muchos, que clamaron “¡Golpe, golpe!” en la recoleta seguridad de las redes sociales. Los batatas no son amigos de Macri, de acuerdo, pero tampoco están en condiciones de hacer nada que no se pueda controlar con la policía. O con un nutricionista. Los enemigos de Macri, los enemigos verdaderamente peligrosos de Macri son otros, y son verdaderamente peligrosos porque tienen poder y porque están en el lugar donde el sentido común esperaría encontrar a los amigos de Macri. Por ejemplo entre los empresarios, cuya primera y mayor contribución al esfuerzo por reconstruir un país devastado fue aumentar los precios previendo una devaluación, volver a aumentarlos después de la devaluación y seguir aumentándolos especulativamente mientras se pueda, generando descontento y temores entre la gente. O entre los medios, que por inercia o falta de imaginación insisten en asignarle al kirchnerismo una entidad política que no tiene, en hablar de los batatas como si fueran “formaciones especiales”, en propagar hasta el menor estornudo de la ex presidente, renovándole el oxígeno y alimentando la inquietud y los temores de la gente. Y que en vez de criticar con claridad al gobierno en lo que tiene de criticable, ocultan o disimulan sus errores o su inacción con comportamiento de “prensa militante”. Para medir el daño que estos amigos del gobierno le causan, hagamos análisis contrafáctico. ¿Cuál sería el balance de estos primeros seis meses de gobierno si las empresas hubieran aumentado los precios razonablemente, sacrificando una pequeña parte de sus márgenes de ganancia para contribuir a un proceso que va en la dirección de sus intereses? ¿Cuál sería el balance si los medios hubiesen relegado el kirchnerismo a las páginas policiales, que es el lugar que le corresponde, y dedicaran sus comentarios a ponderar las acciones y los planes de la nueva administración? Si así hubieran sido las cosas, habría sin duda mucho menos temores, mucha menos inquietud e incertidumbre entre la gente, y el gobierno podría haber avanzado con mayor firmeza y rapidez en sus proyectos de reconstrucción y de cambio. Pero… ¿lo habría hecho? Acabamos de enumerar los improbables enemigos externos del gobierno. Pero también están los enemigos internos, tanto o más peligrosos que los externos por su idéntica improbabilidad; porque, como aquéllos, aparecen donde no se los espera. Pregunta: ¿quién sino un enemigo del gobierno habría enviado al Congreso un engendro tan representativo de la vieja política como el proyecto “jubileo” (jubilados más blanqueo) al que ya nos referimos en una nota anterior? ¿Quién sino un enemigo del gobierno podría promover la creación de una Agencia de Bienes del Estado como hizo el PRO en la capital federal, una suerte de “estado dentro del estado”, según la descripción del socialista Roy Cortina, dedicada a entregar a la especulación inmobiliaria bienes que son de la comunidad, como los terrenos del Tiro Federal o el Buenos Aires Design Center? ¿Quién sino un enemigo del gobierno podría haber concebido los dos proyectos que mencionamos, no porque sean los únicos sino porque son los más flagrantes, escandalosos, inadmisibles ejemplos de vieja política surgidos de un gobierno que nos propuso cambiar y se propuso como agente de ese cambio? A veces, además, pareciera que las nuevas autoridades quisieran escapar al estigma de ser un gobierno de derecha, y que ese intento las paralizara, les impidiera por ejemplo terminar con los piquetes, o hacerle cumplir la ley a Uber (o modificar la ley), o intervenir la AFA, o reducir el tamaño del Estado y eliminar regulaciones inútiles. En política es preferible negociar y consensuar, claro, pero a veces hay que ejercer la autoridad y tomar decisiones aunque afecten intereses, mucho más en un país rehén de los intereses creados como la Argentina. Ese enemigo –el no decidirse a ser lo que se debe ser– es un enemigo interno, es el más peligroso de todos, y es que que tiene a la ciudadanía desconcertada y a los analistas preguntándose si el de Macri será apenas un gobierno puente entre dos peronismos.

–Santiago González

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