¿De quién es el futuro en los EE.UU.?

Por Pat Buchanan *

El 3 de noviembre los Republicanos consiguieron resultados mixtos. Aunque soportó adversidades como ningún otro presidente desde Herbert Hoover -una peste que mató a 230.000 norteamericanos en ocho meses y sepultó la economía a profundidades que no se veían desde la década del 30-, Donald J. Trump cosechó 72 millones de votos, la cifra más alta en toda la historia del Partido Republicano. Y si bien perdió el voto popular, Trump contuvo la anticipada “ola azul”. Sumó bancas en la Cámara de Representantes, hazaña que rivaliza con la de Richard Nixon, que le dio al GOP 22 bancas aunque perdió frente JFK en 1960. Y con Trump a la cabeza de su boleta, los Republicanos conservaron el Senado. Hasta la ventaja de cinco millones de votos obtenida por Joe Biden fue un homenaje a Trump, que movilizó a amigos y enemigos en números sin precedentes, mientras Biden permanecía guardado en su sótano de Wilmington, leyendo clichés en su teleprompter.

Los demócratas, sin embargo, también tuvieron sus éxitos, reconstruyendo la “muralla azul”, al imponerse en los 18 estados donde triunfaron en todas las elecciones presidenciales desde 1992 hasta 2012. ¿Cómo se compone esta muralla azul? Los seis estados de New England, excepto New Hampshire; New York, New Jersey y Pennsylvania, Delaware y Maryland sobre el Atántico medio; el cuadrante central integrado por Wisconsin, Michigan, Illinois y Minnesota, más los estados de California, Oregon y Washington sobre el Pacífico.

Biden no sólo reconstruyó esa muralla azul, sino que le sumó además New Hampshire y Virginia, conquistando de ese modo todos los estados que bordean el Atlántico desde Maine a Carolina del Norte. Y los demócratas también ganaron terreno en el interior republicano. Mientras Nixon en 1972 y Reagan en 1984 se alzaron con los once estados de la antigua Confederación -como antes lo habían hecho Woodrow Wilson y Franklin D. Roosevelt-, los megaestados republicanos Florida y Texas se volvieron notoriamente disputados. Carolina del Norte y Georgia son ahora una moneda al aire. Y Virginia, capital de la Confederación, allí donde ahora derriban estatuas de Robert E. Lee, está cada vez más cerca del azul.

¿Cuál es el problema existencial que aflige al GOP? El partido ha perdido el voto popular en siete de las últimas ocho elecciones. Las mayorías sólidas y crecientes de los Demócratas en el voto popular se van a traducir algún día en mayorías electorales sólidas y permanentes.

Los Demócratas son hoy el partido de las minorías y los Republicanos el partido de la mayoría blanca estadounidense. Los blancos constituyen aproximadamente el 60% de la población estadounidense, aunque representan casi el 70% del electorado. Las dos cifras, sin embargo, caen lenta pero sostenidamente. La demografía sigue trazando el destino. Los Republicanos van a tener que aumentar su porción del voto blanco, pero también su porción del voto hispano, negro y asiático, o su futuro empezará a parecerse al de California hoy, donde el Grand Old Party no ocupa un solo cargo en todo el estado.

El GOP afrenta además otros problemas por ahora insolubles.

Los Demócratas son el partido del gobierno y los Republicanos el partido del sector privado. Pero la cantidad de norteamericanos que dependen de programas federales -Seguridad Social, Medicare, Medicaid, bonos de comida, préstamos para estudiantes, subsidios para la vivienda, créditos impositivos, programas de acción afirmativa- va en aumento, mientras que la parte de la población que más aporta para esos programas se reduce.

El 1% de la población con mayores ingresos paga más impuestos que el 90% inferior. La mitad superior de la población para el 97% del impuesto a las ganancias, mientras que la mitad inferior paga sólo el 3%. Si la gente que recibe una cornucopia de beneficios no paga impuesto a las ganancias, ¿por qué votaría contra un partido que le promete todavía más beneficios, que se van a solventar aumentándole los impuestos a algún otro?

Como dijo John C. Calhoun acerca de las raíces de la lucha de clases democrática: “La consecuencia inevitable de la inequidad fiscal del gobierno es dividir la comunidad en dos grandes clases: una, la de los que pagan los impuestos y soportan exclusivamente el peso de sostener al gobierno, y la otra, la de los receptores de sus beneficios, mediante desembolsos, y que son sostenidos por el gobierno; en otras palabras, dividir la comunidad en pagadores de impuestos y consumidores de impuestos.”

¿De quién es el futuro?

Si los Demócratas logran desbaratar el obstruccionismo en el Congreso y ampliar la Corte Suprema, si logran sumar cuatro nuevos senadores de Puerto Rico y el Distrito Federal, y si consiguen inflar el electorado convirtiendo a millones de inmigrantes, legales e ilegales, en ciudadanos estadounidenses con derecho al voto, no es necesario ser un meteorólogo para adivinar de qué lado va a soplar el viento.

Sin embargo, como se vio en California, el conservadurismo no está muerto: el 3 de noviembre, los californianos aplastaron la Propuesta 16, un intento izquierdista de eliminar de la Constitución del estado una cláusula que proscribe la discriminación racial o de género en el empleo público, la educación y la contratación. La Propuesta 16 fue derrotada por 56% contra 44%. Esta apelación de la izquierda en favor de la diversidad, y de la acción afirmativa necesaria para lograrla, fue rechazada por una mayoría de votantes que antepusieron su creencia en la idea de la neutralidad racial.


* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

Califique este artículo

Calificaciones: 3; promedio: 3.7.

Sea el primero en hacerlo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *