Eduardo Falú (1923-2013)

Eduardo Falú con su guitarra, como Ariel Ramírez con su piano, pertenecen a ese reducido grupo de músicos y autores que confirieron calidad al folklore argentino, un género abusado hasta el agotamiento por el facilismo festivalero o el activismo revestido de reivindicaciones indigenistas o sociales. Desde el comienzo de su carrera allá por 1940, Falú supo elegir cuidadosamente su repertorio, y los compositores y poetas a los que estaba dispuesto a asociar sus cuerdas y su voz. Esa constelación de nombres dibuja el mejor horizonte del género: César Perdiguero, Jaime Dávalos, Gustavo Leguizamón, Manuel J. Castilla, Hamlet Lima Quintana, Carlos Guastavino… Una infinidad de temas que vuelven gratamente a nuestra memoria –la Tonada del viejo amor, la Vidala del nombrador— resultó de esas fraternidades. Compuso además dos ambiciosas Suites argentinas para orquesta, le puso música al Romance de la muerte de Juan Lavalle, de Ernesto Sábato, y prestó su voz rica y profunda a la Milonga del muerto, de Jorge Luis Borges, compuesta por Sebastián Piana. Este salteño hijo de sirios, argentino de primera generación, que llevó con sobriedad y elegancia los sones de nuestra tierra a los más raros escenarios del mundo, atestigua además esa sorprendente, fructífera identificación del inmigrante árabe con el paisaje, la cultura, y el tempo del noroeste argentino.

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