Cuando la diversidad desune y debilita

Por Pat Buchanan *

Llegaron los primeros resultados del demorado censo de 2020, y la gran prensa los celebró en sus titulares. El dato principal: Entre 2010 y 2021, la población blanca norteamericana declinó en términos reales y relativos, con más muertes que nacimientos, y la porción blanca de los habitantes de los Estados Unidos cayó del 63% a menos del 58%.

Como lo describió el Washington Post, entre 1990 y 2020 los negros se mantuvieron en el 12% de la población, los hispanoamericanos duplicaron su presencia del 9% a casi el 19%, y los asiáticos pasaron de menos del 3% a más del 6%. ¿Y los blancos? En esas tres décadas, los estadounidenses blancos cayeron de representar tres cuartas partes de la población norteamericana a menos de tres quintos.

En resumen: racial y étnicamente 1  nos estamos convirtiendo en una nación cada vez más diversa, lo que es motivo de generalizado regocijo entre los que sostienen como artículo de fe que “Nuestra diversidad es nuestra fuerza”.

Pero, ¿cuánto hay de verdad en este lugar común? ¿Dónde están las pruebas científicas, históricas o empíricas que respalden la proposición de que cuanto mayor es la diversidad religiosa, racial, tribal y étnica de una nación, mayor es su fortaleza?

Digamos simplemente que no se trata de una creencia universalmente aceptada. China, por ejemplo, nuestro gran rival, evidentemente teme esa diversidad. Precisamente por su diversidad racial y étnica, tibetanos y uigures son sometidos a procedimientos de asimilación forzosa que son considerados, con toda justicia, como crímenes contra la humanidad y genocidio étnico y cultural.

Pero si bien los métodos que usa China para reprimir la diversidad son con frecuencia criminales, los temores de Beiyín no resultan injustificados.

En Xinyián, hay uigures que persiguen la secesión para establecer una nueva nación en el Turkestán Oriental. Además China pudo ver de cerca lo que la diversidad ética y tribal causó a su vecina, la Unión Soviética. Hace tres décadas, la URSS se fragmentó en 15 naciones según parámetros étnicos y nacionales. Desde entonces, Moscú ha librado dos guerras para evitar la separación de Chechenia, luchó contra Georgia para evitar que reanexara los enclaves étnicos de Abjazia y Osetia del Sur, y acompañó a una minoría rusificada en la Donbas en su empeño por separarse de Ucrania. El año pasado, Azerbaiyán, una ex república soviética, atacó y amputó a la ex república soviética de Armenia.

En África, la diversidad tribal vuelve a desgarrar a Etiopía: los eritreos se separaron en 1993, y ahora hay tensiones secesionistas en la región septentrional de Tigray. Una de las naciones más diversas del oriente medio es el Líbano. Árabes y drusos, cristianos y musulmanes, suníes y chiís: su diversidad fue factor decisivo de su desintegración y caída a la condición de estado fallido.

Pero volvamos a los Estados Unidos.

¿Acaso somos ahora una nación y un pueblo más fuerte, mejor y más unido que lo que fuimos bajo las presidencias de Dwight Eisenhower y John Kennedy, cuando el 90% de la población norteamericana era de ascendencia europea y casi todos hablaban inglés, y los negros conformaban la mayor y en realidad la única minoría importante? ¿De qué manera nos han fortalecido unas divisiones raciales y étnicas cada vez más profundas?

A través de nuestra frontera meridional, en una invasión a la que el gobierno de Biden prácticamente no opone resistencia, llegan migrantes que proceden no sólo de América latina, sino de África, el medio oriente y Asia. No puede negarse que esos migrantes, que ingresaron ilegalmente en julio en número de 220.000, incrementan nuestra diversidad racial y étnica. ¿Pero su número y su presencia aquí nos hacen más fuertes? ¿Su presencia nos ayuda a consolidar una unidad más perfecta?

Cuanto más diversos nos hemos vuelto, parece, menos unidos nos reconocemos, incluso en torno de las manifestaciones públicas de patriotismo: la bandera, el himno nacional, el juramento de lealtad. Ni tampoco nuestra historia, nuestras fechas patrias, nuestros héroes, nos unen como alguna vez lo hicieron.

Pero si dos millones de inmigrantes procedentes de todo el mundo, el número anticipado por el presidente Joe Biden para su primer año de gobierno, son algo bueno para los Estados Unidos, ¿por qué no abrir las compuertas y recibir todavía más?

¿Acaso Europa se ha vuelto más fuerte y mejor gracias a la diversidad que le impone la inmigración desde África y el mundo árabe e islámico a través del Mediterráneo? A juzgar por la reacción visceral de los pueblos de Europa, la verdad parece ser la opuesta. Grecia, Italia y España se valen de todos los medios a su alcance para impedir que los pueblos del sur global migren hacia el norte y entren en Europa.

En verdad, resulta difícil encontrar un país donde la diversidad religiosa, racial y étnica contribuya más a su fortaleza y unidad que a su división, separación y secesión. Que es una de las razones por las que la asamblea general de las Naciones Unidas, que se inició con 51 naciones, tenga ahora 193.

Como estamos descubriendo, las diversidades raciales, étnicas, tribales, ideológicas y culturales han sido históricamente cuñas conducentes a la división, la separación y la secesión.


* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

  1. La cultura estadounidense distingue entre raza, que alude a los rasgos físicos de una persona, y etnia, que remite a su identificación cultural; por ejemplo, una persona de raza negra puede ser étnicamente afronorteamericana o afrocaribeña. []

Califique este artículo

Calificaciones: 3; promedio: 4.7.

Sea el primero en hacerlo.

2 opiniones en “Cuando la diversidad desune y debilita”

  1. Como siempre, muy acertado en su razonamiento Mr. Buchanan. Creo que no se ha tenido en cuenta un factor importante: la velocidad de asimilación. Esta depende de la cantidad de migrantes y de la calidad de la educación del país receptor. De todos modos, la mescolanza, nombre más apropiado para la declamada diversidad suele ser problemática. En nuestro país se la ha degradado hasta un nivel escandaloso gracias a nuestra horrible clase política que no vacila en adoptar cualquier procedimiento con tal de capturar votos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *