Por Pat Buchanan *
“El sistema democrático de Occidente es aclamado en el mundo desarrollado como algo casi perfecto, como el sistema político más apto para manejar un país”, se burló la agencia noticiosa oficial china. “Y sin embargo, lo que ocurre hoy en los Estados Unidos obligará a muchos en todo el mundo a reflexionar sobre la viabilidad y la legitimidad de semejante sistema caótico.”
Y en el mundo hay muchos dispuestos a prestar atención a lo que dice Beijing acerca de la paralización del gobierno estadounidense1, porque contiene un alto grado de verdad.
Según Freedom House, la democracia viene en declinación desde hace poco más de una década. Cada vez menos las grandes naciones dirigen la mirada hacia la democracia más grande del mundo, los Estados Unidos, como modelo del sistema que mejor preserva y protege lo que es más caro para ellas.
China puede ser un estado comunista de partido único que restringe la libertad de expresión, de culto y de prensa, rasgos distintivos de la democracia. Sin embargo, Beijing ha sido capaz de generar eso que llena de orgullo al pueblo chino: una superpotencia nacional capaz de rivalizar con los poderosos Estados Unidos.
Los ciudadanos chinos parecen dispuestos a pagar con restricciones a su libertad el precio de una grandeza nacional que ninguna generación de la China moderna conoció jamás.
Lo mismo puede decirse del pueblo ruso.
Luego de la era humillante de Boris Yeltsin, los rusos volcaron su apoyo en favor de Vladimir Putin, un autócrata que lleva 18 años en el poder, porque fue capaz de recuperar Crimea y devolver a Rusia la condición de gran potencia capaz de hacer frente a los norteamericanos.
Pensemos en esas democracias “no liberales” de Europa central y del este: la República Checa, Polonia, Austria, Hungría. Para preservar su carácter e identidad nacionales, todas optaron por no recibir refugiados de África y el medio oriente. Y si esto no se compadece con los valores democráticos de la Unión Europea, mala suerte.
El presidente Emmanuel Macron dijo el domingo que si los franceses hubiesen votado en el momento en que los ingleses se pronunciaron por el Brexit, también Francia pudo haber decidido su salida de la Unión Europea.
¿Por qué? Por una sola razón, y no, no es la economía, estúpido.
Es la tribu. Así como los ingleses quisieron seguir siendo ingleses, y votaron para recuperar el control de sus fronteras, también los franceses quieren seguir siendo quienes son, y no importa si los gobierna Luis XIV, Napoleón, el general De Gaulle o la Quinta República.
En todos esos países el común denominador es que la nación viene primero, y que el mejor sistema político es el que mejor protege y preserva el carácter único de la nación.
El nacionalismo prevalece sobre el democratismo.
Recordemos que Donald Trump no fue elegido por haber prometido hacer a los Estados Unidos más democráticos, sino por volver a hacerlos grandes.
Y en cuanto al derecho a la protesta democrática, consagrado en la Primera Enmienda, Trump cosechó una atronadora ovación cuando declaró que los jugadores de fùtbol americano que se arrodillaran durante la ejecución del himno nacional debían ser expulsados del campo de juego y del equipo.
Volviendo al episodio de la paralización del gobierno, qué fue, en el fondo, sino una cuestión de identidad nacional. Los demócratas que se negaban a votar para mantener el gobierno andando no objetaban cosa alguna del proyecto republicano. Objetaban lo que no estaba en esa ley: una amnistía para los inmigrantes ilegales conocidos como dreamers.2 Se trataba de quién tiene derecho a convertirse en estadounidense. ¿Y qué es esa cuestión controvertida de la inmigración de “fronteras abiertas” sino una discusiòn sobre la futura composiciòn étnica de los Estados Unidos?
Pensemos en algunas de las cuestiones que han convulsionado a nuestro país en los últimos meses. Los policías blancos. Las protestas de los futbolistas. La profanación y remoción de estatuas de Colón, Lee, Jackson. La batalla de Charlottesville entre los “antifa” y la “derecha alternativa”. El exabrupto presidencial sobre los “países de m…”. Toda una semana de arengas en la televisión en contra del “racista” Trump.
En los campus universitarios, los estudiantes y los profesores izquierdistas rechazan la presencia de oradores derechistas, a quienes identifican como fascistas, racistas y homofóbicos. Para los progresistas, no existe el derecho a predicar lo que ellos consideran odio, porque si se lo permitiera, con toda certeza el odio se extendería y florecería.
Lo que la izquierda quiere decir es esto: Nosotros consideramos que una sociedad es moral cuanto asegura la mayor diversidad étnica, cultural y religiosa y, en tren de sepultar a los viejos y malvados Estados Unidos, y crear una América nueva y mejor, no le vamos a reconocer a las malas ideas igualdad de derechos.
O, como se decía antes, “¡El error no tiene derechos!”
Esa quinta parte de la humanidad que abraza el Islam sigue la misma lógica. Puesto no que hay otro dios que Alá, y Mahoma es su profeta, ¿por qué vamos a permitir en el seno de nuestras sociedades y naciones la propagación de confesiones falsas como el cristianismo que inevitablemente van a terminar condenando a muchos de nuestros niños?
“La mejor prueba de verdad”, dijo Oliver Wendell Holmes, “es la capacidad de una idea para lograr ser aceptada en la competencia del mercado.” Pero en nuestro mundo cada vez más personas creen, y con justa razón, que la verdad existe con independencia de que la gente la acepte o la rechace. Y hay cuestiones, como la preservación de un pueblo y de una nación únicos, que son demasiado importantes como para dejarlas al arbitrio de unas mayorías ocasionales.
* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.
© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.
- Desde la medianoche del sábado 20 de enero hasta la medianoche del lunes 22, por falta de aprobación legislativa del presupuesto que solventa sus actividades. [↩]
- Personas en condiciones de acogerse a la ley DREAM, que facilita la obtención de ciudadanía a quienes llegaron ilegalmente al país cuando niños y satisfacen ciertos requisitos de educación y comportamiento. [↩]