¿Creados iguales?

Por Pat Buchanan *

La ideología es religión política, dijo el sabio conservador Russell Kirk. ¿Y cuál es el dogma que define la religión política, o la ideología, de los Estados Unidos en 2022? ¿No es acaso el que propone que “todos los hombres son creados iguales”? Sin embargo, como sucede con cualquier religión, hay una pregunta básica que, antes que toda otra cosa, debe ser formulada y respondida acerca de este dogma definitorio de la ideología progresista: ¿Es cierto? ¿Todos los hombres verdaderamente son creados iguales? ¿Todas las razas y los grupos étnicos son iguales? ¿Los hombres y las mujeres son iguales? ¿Todas las religiones son iguales? ¿O simplemente se trata de que lo damos por supuesto, y los tratamos a todos como a iguales?

Todos los estadounidenses, en eso estamos de acuerdo, tienen el mismo derecho divino a “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”, los mismos derechos constitucionales, establecidos en la Carta de Derechos1 y los mismos derechos civiles, consagrados en la legislación federal.

¿Pero dónde está la prueba histórica, científica o empírica de ese dogma definitorio de la democracia norteamericana acerca de que “todos los hombres son creados iguales”?

Thomas Jefferson, el estadista que inmortalizó esas palabras, no creía en la igualdad, ni mucho menos en la equidad. La manera como vivió su vida atestigua ese descreimiento. Cuando escribió la Declaración de la Independencia que incluyó la famosa fórmula, 2 Jefferson era propietario de esclavos. En ese documento, habla de los británicos como “hermanos”, vinculados con nosotros por los “lazos de nuestra común estirpe”, lazos de sangre. Pero no todos los que luchaban contra nosotros eran iguales de los británicos. Estaban además, escribió Jefferson, esos “despiadados indios salvajes, cuya regla bélica conocida es la destrucción generalizada de toda edad, sexo y condición.” En una carta de 1815 dirigida a John Adams, Jefferson celebraba la existencia de “una aristocracia natural entre los hombres. Sus bases son la virtud y los talentos… Considero esta aristocracia natural como el don más preciado de la naturaleza para la instrucción, la custodia y el gobierno de la sociedad.” Jefferson era un aristócrata, no un demócrata.

Abraham Lincoln se opuso a la escavitud, pero no creía en la igualdad racial ni social. Aunque citó en el discurso de Gettysburg las palabras de Jefferson acerca de que “todos los hombres son creados iguales”, en 1858 había admitido en un debate con Stephen Douglas 3 que “no podemos, por lo tanto, volverlos iguales”, para agregar que la raza blanca debía conservar en los Estados Unidos su posición superior.

Con la decisión de desegregar las escuelas públicas de 1954 y con las leyes sobre derechos civiles de 1964, 1965 y 1968, se puso en marcha un esfuerzo nacional para producir la igualdad social y políitica que las palabras de Jefferson en 1776 parecieron prometer pero no lograron cumplir. En 1965, en la universidad Howard, Lyndon Johnson dio un paso más al declarar: “La libertad no basta… Perseguimos … la igualdad no sólo como derecho y como teoría, sino la igualdad como hecho y la igualdad como resultado.”

Sin embargo, medio siglo después de la revolución de los derechos civiles, los ingresos y el patrimonio personal no son iguales. Ni se advierte una representación igualitaria en profesiones tales como el derecho, la medicina y la educación superior. Los funcionarios del presidente Joe Biden prometieron a los norteamericanos negros que van a ordenar y obtener esa igualdad de resultados. Si la igualdad ahora no existe, el gobierno de Biden la va a imponer.

¿Y por qué no?

Si todos los hombres (y mujeres) son creados iguales, la explicación más razonable para la persistente desigualdad en la riqueza y la remuneración entre hombres y mujeres, y entre blancos y negros, es que hay trampa en el juego. Existe la desigualdad en la riqueza y la remuneración porque en la sociedad estadounidense coexisten un “racismo sistémico” y un “privilegio blanco”. El remedio también es claro. Como Ibram X. Kendi, autor de Cómo ser un antiracista, dijo al New York Times: “Una política racista se define como una política que conduce a la desigualdad racial… La intención con la que se diseñó esa política no tiene importancia. Lo importante es el resultado.”

De este modo, una política que asegura un lugar parejo en la línea de partida pero no logra conducir a un lugar parejo en la linea de llegada es, de hecho, racista. Si los chicos asiáticos y los chicos negros van al jardín en la misma clase, pero en décimosegundo grado 4 los asiáticos ya están estudiando cálculo mientras la mayoría de los negros todavía está lidiando con el álgebra, ese resultado, según la regla de Kendi, sólo se explica por el racismo.

¿La solución para esa persistente desigualdad? Imponer la igualdad, imponer la igualdad de resultados, imponer la misma remuneración para negros y blancos. Obligar al gobierno a dictar políticas que aseguren una igualdad de resultados.

Pero, ¿y si la desigualdad tiene otra explicación? ¿Si los estadounidenses de origen asiático son naturalmente superiores en matemáticas? ¿Y si la desigualdad en la remuneración en la sociedad responde antes que nada a una desigualdad de talentos y capacidades? ¿Y si, basándose en la experiencia humana, fuera más acertado afirmar que jamás dos hombres fueron creados iguales, y no que todos los hombres son creados iguales?

Como dijo Kirk, la idelogía es religión política. Hoy asistimos a la resistencia de los creyentes en la ideología igualitaria para aceptar que el núcleo de su doctrina tal vez no sea cierto, y que incluso pueda demostrarse su falsedad. Asistimos en los Estados Unidos al comportamiento de esos creyentes cuando advierten que la iglesia a la que consagraron sus oraciones se levanta sobre una mentira monumental y que la realidad inexorablemente habrá de derrumbarla.


* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

  1. Bill of Rights, nombre dado colectivamente a las diez primeras enmiendas de la Constitución de los Estados Unidos, que incluyen libertades no mencionadas específicamente en su cuerpo, como la libertad de expresión o la libertad de portar armas. []
  2. En su segunda oración dice: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.” []
  3. Rival demócrata del republicano Lincoln en las elecciones de 1860. []
  4. Equivale aproximadamente al final del ciclo básico en la Argentina. []

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2 opiniones en “¿Creados iguales?”

  1. Jefferson: un visionario. Buchanan: un valiente, por refrescar y publicar esos valiosos conceptos. La imbecilidad colectiva que pretenden imponer la mayoría de los políticos se empeña en demostrar lo contrario. Es de esperar que también en eso fracasen.

  2. Excelente reflexión. Yo creo entender que la igualdad entre seres humanos solamente se da en el aspecto de evolución ESPIRITUAL. La encíclica TUTTI FRATELLI es, en verdad, un ejemplo EQUIVOCADO ya que instala la idea de que todos POR IGUAL, tanto los depravados, los genocidas y los criminales son hermanos de las personas honestas, con elevados sentimientos y de los seres que se esfuerzan por buscar siempre la MEJOR VERSIÓN DE SÍ MISMOS. O, quizás…no todos somos el RESULTADO del mismo DISEÑO…, ya sea porque esté INCONCLUSO, porque esté definitivamente FALLIDO o porque su DISEÑADOR sea pariente cercano del DEMIURGO…

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