Corporativa y autista

Al reaparecer en público tres días después de su pésimo desempeño en la encuesta compulsiva del domingo, la presidente Cristina Kirchner emitió un encendido mensaje de tono marcadamente corporativo, en el que desestimó a sus opositores como títeres de grandes intereses económicos que conspiran contra su gobierno. Sólo con esos grandes intereses, dijo, eventualmente estaría dispuesta a dialogar.

En un discurso pronunciado en Tecnópolis, el escenario mayor de las fantasías kirchneristas, la presidente no acusó recibo del castigo sufrido en las urnas. Por el contrario, aparte de revelar que el FPV ganó en la Antártida (dato maliciosamente ocultado por la prensa, según afirmó), Cristina ratificó el discurso autista que ha caracterizado toda su gestión, y descalificó como mentirosa cualquier interpretación de la realidad distinta de la suya. “Además de que en la vida hay que elegir, en la política no hay que mentir más”, reclamó.

Para la presidente, el matizado conjunto de fuerzas opositoras que se impusieron en la encuesta del domingo no son más que la expresión de una impostura, una representación, lo contrario del oficialismo que encabeza: “No mentimos, no nos disfrazamos. Solamente la fortaleza de la verdad y de la realidad que, por más que hagan lo que hagan, no se puede ocultar”, dijo. En consecuencia, sólo se trata de salir a la calle y anunciar con nuevos bríos la buena nueva kirchnerista, machacar en el relato. “Por más titulares que quieren confundir, vamos a seguir adelante. Tengamos la fuerza de cada militante para ir casa por casa explicando esto. Si hay errores, los discutiremos”, prometió.

Pero la discusión de los errores, tal como la planteó la presidente, resultó igualmente llamativa. No se trata de dar respuestas a los ciudadanos que ven su patrimonio evaporarse bajo la inflación, que salen a la calle y no saben si van a regresar a su hogar vivos o muertos, por una bala o un descarrilamiento, o un escape de gas. Para la presidente esos problemas no existen, ni existe la gente que los padece; lo que existe son factores de poder, activamente conspiradores: “Estamos dispuestos a dar el debate, pero nos vamos a sentar en la mesa grande, con los que realmente tienen la pelota”, prometió.

En la visión corporativa que anima a la mandataria, la oposición política, esa que le pasó por encima en la encuesta del domingo, carece de toda entidad. Si hay que conversar, dijo, se conversará “con los sectores que son los verdaderos jugadores” y no “con los suplentes que ponen en las listas” de candidatos. “Yo no soy suplente de nadie, soy presidenta de los 40 millones de argentinos, quiero discutir con la UIA, con los Bancos, con los sindicatos; es un partido para titulares de intereses”. Esta sorprendente descalificación proviene de alguien que, en su carrera legislativa, defendió los fueros de la política y promovió su modernización.

El mensaje de Tecnópolis, intransigente y abroquelado en una visión de la realidad que la sociedad en su mayoría no comparte, probablemente habrá de acelerar el movimiento centrífugo que se advierte en el oficialismo tras la derrota electoral. Pero también habrá de ahondar las preocupaciones de un país que aún debe permanecer dos años bajo la conducción de una presidente tan escasamente receptiva a los reclamos de sus gobernados.

–Santiago González

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