Una doctrina para Singapur y después

Por Pat Buchanan *

Luego de que Pyongyang despotricara la semana pasada contra las maniobras militares Max Thunder entre los Estados Unidos y Corea del Sur alegando que eran un ensayo de invasión al Norte y ponían en peligro la cumbre de Singapur, el Pentágono respondió la llamada. Los ejercicios con los bombarderos B-52 y los cazas F-22 fueron cancelados.

Pero Pyongyang tenía otros reclamos.

El domingo, el asesor de seguridad nacional John Bolton había hablado de un “modelo libio” para el desarme del Norte, en referencia a cuando Muammar Gaddafi entregó en 2004 todas sus armas de destrucción masiva. Los Estados Unidos fueron invitados a Libia para recogerlas y retirarlas, luego de lo cual se levantaron las sanciones. Pero como Libia fue inmediatamente atacada por la OTAN y Gaddafi linchado, Corea del Norte denunció a Bolton y toda su tirada sobre el “modelo libio” de desarme unilateral.

Corea del Norte quiere un desarrollo paso a paso, en el que a cada concesión de Pyongyang le corresponda una concesión norteamericana. Y si Bolton se sienta en Singapur junto a Trump y frente a Km Jong Un las cosas pueden complicarse.

Lo que era previsible, y de hecho fue previsto, finalmente ocurrió. Si esperábamos que Kim se allanara en Singapur a las demandas de Bolton sobre una “desnuclearización completa, verificable e irreversible” de cumplimiento inmediato, nos estábamos engañando. Las dos partes llevarán demandas a Singapur y, si se quiere que haya acuerdo, las dos tendrán que ofrecer concesiones.

¿Qué es lo que quiere Kinm Jong Un? El cese de las maniobras militares conjuntas entre Corea del Sur y los Estados Unidos, y de las sanciones contra el Norte, comercio e inversiones, un reconocimiento de su régimen por parte de Washington, un tratado de paz, y eventualmente la remoción de las bases y tropas norteamericanas.

Probablemente ofrezca a cambio terminar con las pruebas de armas nucleares y de misiles de largo alcance, no transferir armas nucleares ni misiles estratégicos a terceros países, un repliegue de tropas en la zona desmilitarizada, y la apertura de las fronteras norcoreanas al comercio y el turismo.

En cuanto a sus armas nucleares y las instalaciones para producirlas, éstas son las joyas de la corona de Kim. Atrajeron la atención del mundo y acercaron a los norteamericanos a la mesa de negociaciones. Son la razón por la que el presidente Trump va a volar 18.000 kilómetros para reunirse y conversar con él.

Y, a diferencia de Gaddafi, Kim no las va a entregar.

Asumiendo que la cumbre se inicia el 12 de junio, ésta es la realidad con la que Trump se va a encontrar en Singapur: una Corea del Norte dispuesta a detener las pruebas nucleares y misilísticas, y deseosa de entablar relaciones diplomáticas y económicas. Permitir que los norteamericanos entren a su país, recojan sus armas nucleares, se las lleven y pongan en marcha inspecciones invasivas para asegurarse de que ya no tiene ni armas nucleares ni los medios para producirlas, sería para Kim lo mismo que rendirse. Trump no va a conseguir nada de eso. Y si adopta la política de Bolton, de “todo o nada”, probablemente lo que consiga va a ser nada.

Sin embargo, gracias a las amenazas de Trump y a su negativa a conformarse con un “conflicto congelado” en la península coreana, la posibilidad de un acuerdo verdadero se ha vuelto real, siempre que Trump no convierta lo mejor el enemigo de lo bueno. Porque no hay nada que Corea del Norte vaya probablemente a reclamar que no pueda ser concedido, siempre y cuando la seguridad de Corea del Sur quede tan a resguardo como pueda estarlo, en la vecindad de un Norte con armas nucleares.

Por lo tanto, cuando en Singapur Kim oponga reparos o se resista, como seguramente hará, ante cualquier demanda sobre una entrega preventiva de su arsenal nuclear, Trump debe contar con una opción alternativa. Si no podemos conseguir todo lo que queremos, ¿con qué podríamos conformarnos?

Más aún, si bien nosotros estamos corriendo un riesgo, una Corea del Norte intransigente que abandonase las conversaciones también estaría corriendo el suyo. Un colapso de las conversaciones entre Kim y los Estados Unidos, y entre Kim y Corea del Sur, abriría la posibilidad de que él y sus patrones chinos se viesen ante una guerra fría en el Asia oriental, donde también Corea del Sur y Japón cuentan con armas nucleares y los medios para lanzarlas.

En último análisis, los Estados Unidos deberían estar dispuestos a aceptar tanto las concesiones al Norte que el Sur esté dispuesto a ofrecer como los riesgos  planteados por el Norte que el Sur esté dispuesto a tolerar. Porque, al fin y al cabo, son ellos los que van a tener que convivir en la misma península con Kim y sus bombas.

Trump hizo campaña con una política exterior que podría ser descripta razonablemente como una Doctrina Trump. En esta época posterior a la posguerra fría, los Estados Unidos van a empezar a velar primero por sí mismos. Esto no significa aislacionismo ni abandonar a nuestros aliados. Significa revisar y reevaluar todas las garantías que hemos ofrecido de ir a la guerra en beneficio de oros países, y eventualmente transferir la responsabilidad de la defensa de nuestros amigos a nuestros amigos. En el futuro, los Estados Unidos dejarán de implorar inútilmente a sus aliados que hagan más por su propia defensa, y comenzarán a decirles en cambio que su defensa es antes que nada su propia responsabilidad. Nuestros aliados deben dejar de ser nuestros dependientes.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

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