Paz y guerra en oriente medio

Por Pat Buchanan *

Debido a su papel en el reconocimiento de Israel por los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, el presidente Donald Trump ha sido propuesto para el premio Nobel de la Paz mientras se habla de que vientos de paz atraviesan la región. Por cierto, se trata de un importante logro diplomático, y el hecho de Nancy Pelosi lo haya calificado despectivamente como una “distracción” atestigua esa importancia.

Al reconocimiento de Israel por los EAU y Bahrein le seguirá, según se pronostica, el de Omán y otros estados del Golfo Pérsico, incluida tal vez Arabia Saudí. Pero la idea de que la paz está cerca parece ser, como dijo Mark Twain acerca de las noticias de su muerte, prematura. Es posible que los árabes del Golfo estén dispuestos a reconocer a Israel porque ven en el estado judío un aliado indispensable en el enfrentamiento de la arabia suní con el más extenso y poderoso Irán chií.

En 1979 se firmaron los acuerdos de Camp David, un canje de territorios por paz según el cual Israel devolvió a Egipto el Sinaí que había capturado en la guerra de los seis días de 1967. Tanto el egipcio Anuar Sadat como el israelí Menajem Begin ganaron el Nobel de la Paz. Sin embargo, aunque prevaleció la paz entre El Cairo y Jerusalén, no bastó para inaugurar una era de paz.

El rey Hussein de Jordania reconoció a Israel en 1994. Sin embargo, desde entonces, Israel ha librado guerras contra Hamas en Gaza, Hezbolá en el Líbano y contra los palestinos de la Cisjordania en sucesivas intifadas.

Lo que los árabes del Golfo quieren decir con estos nuevos reconocimientos es que el aparentemente irreconciliable conflicto palestino-israelí no puede seguir interfiriendo con su búsqueda de aliados en el conflicto que les preocupa de manera más inmediata: el de Irán contra las naciones árabes suníes del Golfo Pérsico.

Los perdedores aquí son los palestinos, que ya no tienen poder de veto sobre las naciones árabes que quieren establecer vínculos con Israel. El plan de paz auspiciado por [el yerno de Donald Trump] Jared Kushner como “el acuerdo del siglo” proyectaba un estado palestino en una extensión equivalente a dos tercios de la Cisjordania. El resto, ocupado ahora por medio millón de colonos judíos, sería cedido a Israel.

Cualquier líder palestino que aceptara entregar Jerusalén y un tercio de la Cisjordania a Israel correría el riesgo de terminar como Matthias Erzberger, que firmó en París el tratado de Versalles en nombre de Alemania y fue asesinado en la Selva Negra en agosto de 1921.

Otros conflictos en la región contradicen la noción de una inminente era de paz. La guerra civil en Siria, donde Rusia, Hezbolá e Irán sostienen al régimen de Bashar al Assad, no ha terminado, aunque Assad ha recuperado el control de la mayor parte del país.

La guerra civil en Yemen sigue siendo un conflicto sangriento e inconcluyente entre un régimen respaldado por los saudíes que fue expulsado de la capital por los rebeldes hutíes hace cinco años. Los ataques aéreos lanzados por una Arabia Saudí que cuenta con el apoyo de los Estados Unidos han convertido el país en una catástrofe humanitaria. Se habla incluso de acusaciones por crímenes de guerra contra Riad por sus bombardeos y contra los Estados Unidos por haber sostenido y apoyado esos ataques.

En Libia hay una guerra civil en curso entre el régimen reconocido, apoyado por Turquía, y rebeldes respaldados por los EAU, Rusia y Egipto.

En el Mediterráneo oriental hay tensiones navales entre Grecia y Turquía, dos aliados de la OTAN, sobre la propiedad del petróleo y el gas submarino frente a las costas de Chipre y de las islas griegas cercanas a la costa turca.

Hay que sumar también la guerra no declarada de Israel contra Irán, en la que los Estados Unidos intervienen con las dolorosas sanciones impuestas para debilitar y aislar al régimen del ayatolá. No deben descartarse, antes de las elecciones, acciones militares contra Irán hace tiempo reclamadas por los halcones de Washington e Israel.

En cuanto a la guerra civil en Afganistán, en la que los Estados Unidos están involucrados desde hace 19 años, sigue sin resolverse, aunque los talibanes han iniciado conversaciones con el gobierno de Kabul. Y además está el interminable conflicto entre los turcos y los kurdos, que desde Turquía se ha derramado a Irak y Siria.

Al establecer embajadas en Israel, los EAU y Bahrein asumen un riesgo, y hacen una apuesta sobre quién surgirá como potencia dominante en el medio oriente. Si bien los EAU son un poder significativo en el Golfo Pérsico, Bahrein es una colección de islas de 300 millas cuadradas, con una población que no llega a los dos millones de personas, un rey suní y una mayoría chií. Aunque sirve de puerto a la Quinta Flota estadounidense, es vulnerable. Una década atrás, el rey estuvo a punto de ser destronado por un levantamiento chií alentado por la Primavera Árabe. Arabia Saudí tuvo que enviar tropas para aplastar la resistencia y salvar al régimen.

Ni siquiera Israel está hoy verdaderamente en paz, cuando sus drones, aviones y misiles golpean intermitentemente a las milicias apoyadas por Irán en el Líbano, Siria e Irak. Pese a todo, esta semana trajo buenas noticias desde al menos un frente de las guerras eternas del oriente medio.


* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

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