¿El fin de Europa?

Por Pat Buchanan *

“La Fortaleza Europa es una ilusión.” Con esta afirmación cierra el Financial Times  su nota editorial del domingo, titulada: “Europa no puede ignorar la crisis de los migrantes sirios.” El FT acomete la tarea de instruir al Viejo Continente sobre cuáles son sus deberes y qué le depara el futuro: “Durante las próximas décadas, la UE verá llegar desde el Mediterráneo oleadas de migrantes y buscadores de asilo.” Pero, ¿no puede Europa rechazar esta invasión indeseada de su casa desde el sur global? Es de “ilusos” creerlo, dice el FT. Europa debe ser realista y dedicarse a “ofrecer caminos legales para los migrantes y los buscadores de asilo.”

El editorial fue escrito a propósito de la tenaz resistencia de Grecia a la maniobra del presidente turco Erdogan, que despachó hacia la frontera griega a miles de refugiados sirios que habían ingresado a Turquía. Erdogan amenaza con inundar el sudeste de Europa con refugiados sirios, con la intención de sacarle más plata a la UE a cambio de mantener a los tres millones y medio de sirios que ya se encuentran en Turquía lejos de las fronteras de la UE. Otro objetivo de Erdogan es forzar a Europa a respaldar su intervención militar en Siria para evitar que el presidente Bashar al Assad se apodere de toda la provincia de Idlib y emerja victorioso de la guerra civil.

En el caldero del diablo humanitario en que se ha convertido hoy Siria podemos apreciar las dimensiones del desastre provocado por los cruzados wilsonianos que se propusieron deponer al dictador Assad y hacer de Siria un lugar seguro para la democracia.

Hagamos un poco de historia.

Cuando estalló la primavera árabe y los manifestantes salieron a las calles para derrocar a Assad, los Estados Unidos, Turquía y los árabes del Golfo asistieron y equiparon a los rebeldes sirios dispuestos a tomar las armas. Los “rebeldes buenos”, sin embargo, fueron derrotados y elementos de Al Qaeda pronto tomaron el control de la resistencia. Temiendo la derrota, el presidente de Siria llamó a sus aliados –Rusia, Irán, Hezbolá– para salvar su régimen. Todos le respondieron y Assad, en cuatro años de campaña, recuperó todo el territorio sirio al oeste del Éufrates, excepto Idlib. Allí, los últimos combates desplazaron otros 900.000 refugiados hacia la frontera sur de Turquía.

En el siglo XXI, las intervenciones y las guerras de Occidente en el mundo islámico nunca terminaron bien.

A George W. Bush lo incitaron a invadir Irak. A Barack Obama lo persuadieron para que derrocara al coronel Muamar Gadafi en Liba y al régimen de Assad en Damasco. Obama ordenó a las fuerzas armadas estadounidenses que apoyaran al príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman en su guerra contra los rebeldes hutíes que habían derrocado al títere de Riad en Yemen.

¿Y qué ganó Occidente con nuestras guerras en el Oriente Medio?

En Siria y Yemen contribuimos a crear dos de los más grandes desastres humanitarios del mundo. En Libia tenemos una nueva guerra civil. En Irak, competimos ahora con Irán por la influencia en una nación que “liberamos” en 2003. En Afganistán, acabamos de cerrar un acuerdo con nuestro enemigo de dos décadas, los talibanes, que nos permitirá retirar a nuestros 12.000 soldados en un plazo de 14 meses y dejar que nuestros aliados afganos se las arreglen con los talibanes, por las buenas o por las malas. Los Estados Unidos se retiran de su guerra más prolongada lavándose las manos.

En cinco guerras, a lo largo de más de veinte años, perdimos 7.000 soldados y tuvimos 40.000 heridos. Dilapidamos en ellas la riqueza de un imperio. ¿Y qué beneficio trajeron esas guerras para los pueblos que fuimos a ayudar y a mejorar, aparte de los centenares de miles de afganos y árabes muertos, y de los millones de personas desarraigadas de sus hogares y expulsadas al exilio?

Ahora el FT le advierte a Europa que, una vez cumplido su deber de entrometerse en el Medio Oriente, el continente tiene ahora como nuevo deber moral el de recibir durante las próximas décadas a los refugiados desplazados por las guerras.

Pero, aún si la UE abriera sus puertas a un flujo interminable de árabes y africanos, ¿quién asegura que las naciones europeas los van a aceptar y asimilar? ¿Esos migrantes y buscadores de asilo se van a convertir en buenos europeos? ¿O más bien van a crear en las grandes ciudades de Europa enclaves que replique las condiciones prevalecientes en los países africanos y mediorientales de los que provienen?

La historia de los últimos quinientos años es la historia del surgimiento y caída de una civilización. En los siglos XVI, XVII y XVIII España, Gran Bretaña, Francia y Portugal, y después Bélgica, Italia, Alemania y los Estados Unidos, convencidos todos de la superioridad de su civilización, salieron al mundo a crear imperios para elevar y gobernar a los que Rudyard Kipling describía despectivamente como “razas inferiores carentes de ley.”

Después de dos guerras mundiales, los gobernantes de esos imperios abrazaron un liberalismo que ahora proclama la igualdad de todos los pueblos, razas, credos, culturas y civilizaciones. Esta ideología igualitaria forzó el desmantelamiento de imperios y colonias como reliquias reaccionarias de una época oscurantista. Ahora, los pueblos de las nuevas naciones, disconformes con los logros de sus países y de sus gobernantes liberados, decidieron trasladarse a Europa para encontrar en Occidente las satisfacciones que no pueden recrear en sus naciones. Y el liberalismo, la ideología del suicidio de Occidente, le dicta a Europa  que les abra las puertas, durante las próximas décadas.

Los colonizadores de ayer se convierten en los colonizados de mañana. ¿Es éste el fin de Occidente?

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

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