6 opiniones en “La estafa de la deuda”

  1. Algunas preguntas Santiago: (i) ¿porqué dice que la deuda “no ha estado sometida a los controles que establece la Constitución”? En cada ley de presupuesto se prevé la deuda que el Gobierno Nacional puede tomar, y existe la Cuenta de Inversión donde se da cuenta de esa aplicación (aprobadas todas salvo la de 2019). La CN no establece la necesidad de una “investigación”, sino su aprobación por el poder legislativo (“arreglar” el pago de la deuda, dice exctamente). Sí establece otros límites para el endeudamiento (pero eso es otra historia, no una cuestión de controles -vgr. arts. 4 y 75 inc 4 y 7 de la CN, facultades delegadas en el PEN en cada ley de presupuesto, pero aprobadas a posteriori al aprobar la cuenta de inversión- ). Francamente no veo donde se ha omitido la intervención del poder legislativo; (ii) ¿qué significa “auditar” la deuda exactamente? ¿Determinar la utilización de los fondos obtenidos? Esto cualquier persona que se dedique a las finanzas sabe que es ocioso, porque uno no aplica fondos específicos a finalidades específicas, sino que, como dice el art. 4 de la CN, todo es parte del “Tesoro” de la nación. Por otra parte la visión de que todo el endeudamiento es producto del “carry trade” (el diferencial de tasas) es absurda, la causa real de la deuda es el enorme déficit fiscal, que requiere de más fondos que los que el PBI interno es capaz de aportar. El carry trade lo que lleva es a una crisis de la balanza cambiaria que puede o no concluir en un crisis de deuda por el peso de la deuda en moneda extranjera (no ocurre, por ejemplo, cuando la crisis de balanza se soporta cerrando el mercado cambiario, como en 2012-2015), pero no es el carry trade de ningún modo el origen de la deuda, eso, en mi humilde opinión es poner el carro delante del caballo. El origen de la deuda es, claramente, el déficit fiscal, como bien lo dice Espert a quien Ud. mismo cita. Y si no, mirese lo que ocurrió en toda la década del 90, donde no existía licuación por inflación, sino que, al no poder emitirse (cobrando el impuesto inflacionario), los gobiernos (nacional y provinciales) debían obtener créditos externos para pagar sus déficits. En esos años no existió el carry trade. Finalmente ¿qué deuda privada se incluyó en la reestructuración de 2000/2001 (abortada en su faz externa por el golpe peronista)? El fallo del Juez Ballesteros en Olmos es un compendio de intencionalidad política, repleto de sinsentidos y oscuridades y carente de precisiones técnicas, además de un mamotreto ilegible, me extraña que lo cite como una fuente razonable y confiable sobre cualquier aspecto de la deuda. Pero, por sobre todas las cosas, a pesar de haber sido dictado en el año 2000 no dice una sola palabra de la deuda tomada entre 1982 y 2000… Todo esto, sin perjuicio de coincidir en lo sustancial sobre lo nocivo de contraer deuda, claro está, pero no por lo motivos que Ud. señala, sino por otros muy distintos. Saludos muy cordiales, N

    1. Respecto de su primer punto, la Constitución asigna al Congreso la responsabilidad de “contraer” y “arreglar” el endeudamiento interno y externo del Estado. La función del poder legislativo en el sistema republicano es debatir las cuestiones sometidas a su consideración. No recuerdo, y tal vez sea mi mala memoria, debate legislativo alguno sobre la necesidad de contraer tal o cual deuda ni sobre las condiciones en que se la contrae ni sobre los tribunales a los que se la somete, ni nada de lo que de una manera amplia se describe en la nota como “control legislativo”. En cambio, tal como usted correctamente lo describe, el Congreso ha funcionado habitualmente como escribanía que refrenda las decisiones del Ejecutivo, a veces de facto y otras de iure, luego de haber transferido directamente sus responsabilidades invocando una eterna emergencia económica. Todo este procedimiento puede ser descripto de muchas maneras, lo que no puede decirse es que respete el espíritu del ordenamiento republicano. El endeudamiento del país, como usted reconoce, es una cuestión lo suficientemente grave en sus efectos como para que los diversos organismo de control y auditoría se ocupen de examinar el destino de los fondos obtenidos por ese medio. No es cierto que una vez ingresados al “tesoro” se pierda el rastro del dinero: hay una magnitud en juego que no se puede ocultar. La nota no dice que todo el endeudamiento sea producto del “carry trade” aunque ése haya representado una porción importante de su utilización. Otra parte del origen de la deuda, no todo, es el déficit fiscal, ocasionado hasta en una quinta parte por el pago de sus intereses, que crecen en una proporción misteriosa o desconocida para la opinión pública. Respecto del fallo del juez Ballesteros, no es función de esta columna decir si es bueno o malo sino darlo a conocer, o traerlo a la memoria de quien lo haya olvidado. En todo caso, es un fallo emitido por un poder del Estado, y me llama la atención el rigor diferente con el que usted trata al Legislativo y al Judicial. Me gustaría finalmente responder a su distinción sobre los motivos nocivos de contraer deuda, pero no la entiendo. Toda esta discusión sería innecesaria si el Congreso entregara a los ciudadanos cuyos intereses representa una planilla de Excel con los detalles de la deuda contraida desde 1976, el destino que se le dio, los intereses y el capital pagados desde su constitución, la identidad (fluida) de los acreedores, y lo que debe cada argentino al día de la fecha. Gracias por compartir sus reflexiones en este sitio.

  2. Usted dice: “En momentos en que los acreedores están golpeando a la puerta este viaje al pasado puede parecer ocioso”.
    Pero sabemos que no, que no es ocioso; que es necesario; y que, entre otras cosas, explica porqué los argentinos vivimos obsesionados con el pasado y no podemos soltar amarras: porque “el pasado nos condena”.
    El gobierno actual y sus vástagos (la Cámpora, los autodenominados “jóvenes”) es, estrictamente hablando, un representante directo del pasado; de un pasado que no termina de pasar; una continuación del rosismo y del peronismo, en sus aspectos más retardatarios, que se “coló” aprovechando la crisis del 2001 y se nos puso por delante disfrazándode de progresista…
    Hace muchos años que no estamos en buenas manos; tan sucias y torpes son que transformaron a un aliado, Griesa, en un despechado circunstancialmente poderoso enfrentado con el Estado argentino y su actual administración. Griesa debe opinar de Cristina lo mismo que opinan los extranjeros en general: intratable e insoportable, una delirante desubicada e históricamente atrasada que solo entiende a los cachetazos.
    Su artículo es una contribución de primera mano para ejercitarse en la memoria de la deuda. Quizás la actual situación, ponga en crisis el pacto de silencio en torno a la deuda.

    1. La deuda debe ser auditada de una vez por todas, no para no pagarla porque probablemente ya no se pueda, sino para que queden bien expuestas las razones de su acumulación –desde la corrupción a la irresponsabilidad fiscal– y los ciudadanos estén bien enterados y alertas para evitar ser estafados como lo fue nuestra generación. Gracias por visitar este sitio.

  3. Es increíble que a pesar del efecto agobiante que la deuda tiene sobre el país ni este gobierno, que se autoproclama defensor de los intereses nacionales, ni los opositores, planteen el tratamiento del problema de fondo: la auditoria de la que usted habla. El hecho de que Correa lo haya hecho, con mucha astucia, demuestra que es sólo una cuestión de voluntad política y no un imposible.

    1. Una auditoría no resolvería el problema que representa el pago de la deuda, porque los acreedores no reclaman otra cosa que lo que la Argentina se comprometió a pagar. Pero una auditoría serviría para sacar a luz la compleja trama de relaciones entre el poder económico y el poder político, y allí muy pocos aparecerían con las manos limpias. Nadie tuvo interés en investigar qué pasó en el 2001 tampoco, y por las mismas razones. La gran prensa ni roza estos temas, y también por las mismas razones.

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