Por Pat Buchanan *
Mientras el presidente Joe Biden visitaba a Bruselas y Varsovia para mostrar la solidaridad de los EE:UU. con Ucrania, el autócrata de 38 años que gobierna Corea del Norte efectuó una movida audaz para captar la atención del mandatario. Por primera vez desde 2017, Kim Jong Un lanzó ensayó un misil balístico intercontinental, el Hwasong-17, que es el mayor proyectil de desplazamiento terrestre jamás disparado. En su trayectoria de unos 1100 kilómetros desde Pyongyang al Mar de Japón, este misil gigantesco voló durante 71 minutos, a más de 6000 kilómetros de altura. Si hubiese sido disparado con propósitos bélicos, sus ojivas habrían podido alcanzar Washington y cualquier otra ciudad norteamericana.
Como cualquier ataque contra los Estados Unidos con un arma semejante implicaría la segura destrucción de la dinastía, el régimen y el país de Kim, es claro que el propósito de este ensayo es reclamar nuevas negociaciones con los Estados Unidos. La intención de Kim es que los Estados Unidos levanten las sanciones, reconozcan a su régimen, remuevan las bases y las tropas de Corea del Sur, y pongan en marcha el comercio mientras él expande sostenidamente su arsenal de misiles y de ojivas nucleares, a la vez como póliza de seguros y como instrumento de extorsión.
Los Estados Unidos y Corea del Sur se mostraron igualmente escépticos sobre el lanzamiento, y creen que Pyongyang pudo haber probado una versión mejorada del Hwasong-15, un misil más antiguo capaz de portar sólo una ojiva.
Pero Kim no es el único autócrata asiático en movimiento.
El presidente de China Xi Yinpín y el presidente de Rusia Vladimir Putin enviaron recientemente una flotilla de diez buques de guerra –destructores, fragatas, corvetas, cinco chinos y cinco rusos– por el estrecho de Tsugaru entre las islas niponas de Honshu y Kokkaido, con regreso por el estrecho de Osumi, frente a la isla japonesa de Kyushu. Se cree que éste ha sido el primer patrullaje naval sino-ruso conducido jamás en el Pacífico occidental.
Beijing ha reanudado también los vuelos de decenas de cazas y bombarderos dentro de la Zona de Identificación de Defensa Antiaérea de Taiwan, enviando un mensaje a Taipei sobre quién es el verdadero dueño de la isla. China también continúa presionando con su reclamo a Japón de las islas Senkaku, en el Mar del Oriente de China, mientras completa la militarización de los arrecifes Mischief, Subi y Fiery Cross en el Mar del Sur de China.
La semana pasada, el New York Post informó: “China ha equipado por lo menos tres islas construidas en un área en disputa del Mar del Sur de China con misiles antiaéreos, cazas y equipos laser y de interferencia, instalaciones que son una amenaza para todos los demás países de la región, dijo un alto comandante militar estadounidense. El almirante John Aquilino, jefe del comando estadounidense Indo-Pacífico, le dijo a la Associated Press que la actividad de China formaba parte del ‘mayor despliegue militar [en el Asia oriental] desde la Segunda Guerra mundial’.”
¿Con qué propósito?
La armada china posee ahora 355 naves, si contamos todas las embarcaciones, desde corbetas a portaaviones. Esto supera en 50 unidades a su par estadounidense, aunque la marina norteamericana cuenta con más lanzadores de misiles, y Beiyín carece de una nave con el tamaño o el poder de fuego de un portaaviones estadounidense. Sin embargo, una vez más, China parece avanzar mucho más allá de lo que reclama como sus aguas territoriales en los Mares del Sur y el Este de China.
La semana pasada, en lo que el ex primer ministro de Australia Kevin Rudd describió como “uno de los acontecimientos de seguridad más significativos en décadas”, las Islas Salomón revelaron que iban a firmar un pacto de seguridad con Beiyín que permitiría la instalación de bases chinas en ese lugar. Entre las Islas Salomón se encuentra Guadalcanal, conocida para los infantes de marina estadounidenses desde los primeros días de lucha en el Pacífico durante la Segunda Guerra. Las Islas Salomón se encuentran a 2500 km de Australia, y la alarma de Canberra ante la perspectiva de un tratado de seguridad entre ellas y China es compartida por Nueva Zelanda.
Otra vez, ¿cuál sería el propósito de unos vínculos de seguridad chinos con unas islas libres de amenazas, tan alejadas de China como cercanas a Australia?
Beiyín parece estar jugando un juego de largo plazo, cuyo objetivo es el dominio del Asia oriental y el Pacífico occidental, el quiebre de las alianzas de los Estados Unidos en la zona, y la expulsión del poder norteamericano nuevamente hacia Guam y Hawaii.
Veamos el cuadro de situación:
Los socios de China en el Asia oriental, Corea del Norte y Rusia, poseen armas nucleares. Pero ninguno de los aliados de los Estados Unidos –Japón, Corea del Sur, Australia, las Filipinas– ha probado jamás un arma nuclear. Ni tampoco lo ha hecho Taiwan, que invierte en defensa un mezquino 2% de su PBI, a pesar de la creciente amenaza de Beiyín. En último análisis, todos nuestros aliados y socios al otro lado del Pacífico dependen de los Estados Unidos para su defensa. Sin embargo, todas y cada una de esas naciones aliadas con los Estados Unidos, dependen más económicamente de su comercio con China que de su comercio con los Estados Unidos.
Antes de que estallara la crisis de Ucrania con la invasión ordenada por la Rusia de Putin, el consenso entre los expertos en política exterior aseguraba que los Estados Unidos se aprestaban a hacer un histórico “giro al Asia”. Porque desde allí parecían venir los principales desafíos futuros a la primacía mundial norteamericana. Es posible que la idea siga siendo válida.
* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.
© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.