Por Pat Buchanan *
“La muerte de McCain deja un vacío”, proclamó el Wall Street Journal en un artículo de primera plana que comenzaba así: “La muerte de John McCain privará al Congreso de la que tal vez haya sido su voz más poderosa en defensa del robusto internacionalismo que ha definido las relaciones de seguridad del país desde la Segunda Guerra Mundial.”
Ciertamente, el deceso del senador cuya biografía habrá de dominar las noticias hasta que sea sepultado el domingo en su alma mater, la Academia Naval, deja a los intervencionistas norteamericanos sin su mayor adalid. Ningún otro goza del prestigio o la atención de la prensa en el nivel al que McCain se había hecho acreedor. Y la causa que promovió, la intervención compulsiva en disputas ajenas para derribar dictadores y encumbrar demócratas al poder, parece ser una causa cuyo momento ha quedado atrás.
Cuando se produjo el 9/11, los Estados Unidos se galvanizaron para aplastar a los terroristas de al Qaeda que perpetraron las atrocidades. En el 2003, John McCain apoyó la decisión del presidente Bush de invadir Irak, que nada había tenido que ver con el ataque. Durante la presidencia de Barack Obama, se apareció en el norte de Siria para arengar a los rebeldes que se habían levantado para derrocar al presidente Bashar al Assad, una insurgencia que condujo a siete años de guerra civil y a uno de los mayores desastres humanitarios de nuestro tiempo. McCain apoyó la expansión de la OTAN hacia el este de Europa y el Báltico, hasta el borde mismo de la frontera rusa. Cuando Georgia invadió Osetia del Sur en 2008, y fue inmediatamente rechazada por el ejército ruso, McCain bramó “¡Ahora somos todos georgianos!” y llamó a la intervención. Pero Bush, cuyo nivel de aprobación andaba por el suelo, ya esta hasta la coronilla con los neoconservadores y sus cruzadas por la democracia. El desprecio de McCain por Vladimir Putin no tenía límites. Cuando una multitud se congregó en la plaza Maidan de Kiev para derrocar a un presidente electo pro ruso, McCain estuvo allí, arengándolos. Apoyó el envío de armas al ejército ucranio para que combatiera a los rebeldes pro rusos en la Donbas.1 Respaldó el apoyo estadounidense a la intervención saudita en Yemen, otra guerra que también se convirtió en un desastre humanitario.
John McCain fue un halcón belicista, y estaba orgulloso de serlo. Pero para 2006, las guerras que había defendido le habían costado al Partido Republicano las dos cámaras del Congreso. Y en 2008, cuando su nombre estuvo en una de las boletas, esas guerras, entre otras cosas, le costaron la presidencia. En 2016, la mayoría republicana le volvió la espalda a McCain y a su protegido, el senador Lindsey Graham, y postuló a Donald Trump, quien dijo que se proponía llevarse bien con Rusia y rescatar a los Estados Unidos de las guerras en las que McCain había ayudado a sumirlo.
Sin embargo, aunque el intervencionismo no tiene ahora un gran portavoz y ha mostrado ser incapaz de atraer a una mayoría, todavía conserva una fuerza residual. Esa compulsión nos lleva a continuar apoyando la guerra de los saudíes en Yemen y a procurar un cambio de régimen en Irán. Si alguna de esas empresas tiene alguna posibilidad de conducir a un medio oriente más pacífico y más próspero, nadie hasta ahora ha logrado demostrarlo.
Así como la política exterior que permitió ganar la Guerra Fría, la contención, fue articulada por George Kennan2 y llevada a la práctica por todos los presidentes desde Truman a Bush I, ninguna estrategia amplia para la era pos Guerra Fría ha contado nunca con el apoyo mayoritario de los estadounidenses. El “Nuevo orden mundial” de Bush I fue rechazado por los patriotas económicos de Ross Perot y por los baby boomers 3 de Bill Clinton, que querían disfrutar en el frente interno los dividendos de la paz de nuestra victoria en la Guerra Fría. En cuanto a las cruzadas democratizadoras de Bush II “para terminar con la tiranía en el mundo”, los frutos de ese idealismo wilsoniano se nos agriaron en la boca.
Ahora bien, si las agendas internacionales de Bush I y de Bush II, junto con el intervencionismo de McCain, ya han probado su inutilidad, ¿cuál es la gran estrategia norteamericana? ¿Cuáles son las grandes metas de la política exterior norteamericana? ¿Cuáles son los intereses vitales por los que para todos los estadounidenses, o por lo menos para casi todos, deberíamos luchar?
“Llévese este pastel, le falta argumento”, dijo Churchill. Gran Bretaña perdió un imperio, pero todavía no encontró un papel, fue el lacerante comentario de Dean Acheson4 en 1962. Las dos expresiones parecen convenirle a la política exterior norteamericana en 2018.
Estamos combatiendo y bombardeando en Afganistán, Irak, Siria, Libia y Yemen, en parte como legado de John McCain. El secretario de estado Mike Pompeo ha lanzado un virtual ultimatum a Irán. Le advertimos a Corea del Norte, una potencia nuclear con el cuarto ejército más grande del mundo, que o bien se desnucleariza o bien los Estados Unidos podrían empeñar su poderío militar para que lo haga. Desafiamos a Beiyín en su reclamo sobre las aguas del mar del Sur de China. Desde Corea del Sur a Estonia, estamos solemnemente comprometidos por tratados a ir a la guerra si cualquiera de una decena de naciones resulta atacada. Ahora se escucha hablar de una “OTAN árabe” para enfrentar al Irán de los ayatolás y sus aliados chiítas. Si mal no recuerdo, ISIS y al Qaeda son sunitas.
Con todas esas garantías de guerra, hay excelentes probabilidades de que un día nos veamos arrastrados a otra guerra más que el pueblo norteamericano va a lamentar tan pronto como se desencadene, ¿Dónde está el Kennan de este nuevo siglo?
* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.
© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.
- Región del este de Ucrania y el sudoeste de Rusia, más o menos coincidente con la cuenca del río Donets. [↩]
- Funcionario de carrera del servicio exterior estadounidense, se lo considera representante de una escuela realista de las relaciones internacionales, en línea con la articulada por los Patricios, por oposición a la escuela idealista o wilsoniana, en alusión a las propuestas del presidente Woodrow Wilson. [↩]
- La generación estadounidense nacida desde mediados de los 40 a mediados de los 60. [↩]
- Secretario de estado del presidente Truman. [↩]