El fracaso de la democracia

Por Pat Buchanan *

Si se les preguntara “¿Qué es un norteamericano?” muchos responderían: “Un norteamericano es un ciudadano de los Estados Unidos”.

Sin embargo, en el Primer Congreso Continental de 1774, 15 años antes de que los Estados Unidos se convirtieran en una nación de trece estados, Patrick Henry 1 proclamó que “La opresión británica ha borrado las fronteras de las diversas colonias; ya no hay distinción entre los habitantes de Virginia, Pensilvania, Nueva York o Nueva Inglaterra. Yo no soy virginiano, soy norteamericano”. Henry estaba diciendo -más de doce años antes del establecimiento de nuestra república constitucional- que Norteamérica ya existía como nación, y que él era su hijo leal.

En una carta dirigida a Thomas Jefferson en 1815, mucho después de que ambos hombres hubiesen ejercido la presidencia, John Adams escribió: “En cuanto a la historia de la Revolución, mis ideas pueden ser peculiares, singulares incluso. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de Revolución? ¿A la guerra? Ella no fue parte de la Revolución. Fue sólo un efecto y consecuencia de ella. La Revolución estaba en el espíritu del pueblo, y allí existió, desde 1769 hasta 1775, a lo largo de quince años antes de que se derramara una gota de sangre en Lexington”. Adams estaba diciendo que Norteamérica había sido concebida y, como nación embriónica, crecía en el corazón de los pueblos de las trece colonias dos a tres décadas antes de la Convención Constituyente de Filadelfia

En suma, nuestro país nació antes de que naciera nuestra república y mucho antes de que naciera lo que hoy llamamos “democracia”. Un país es diferente de, y más que, el sistema político que adopte.

Francia fue Francia durante la dinastía de los Borbones, la Revolución de 1789, la creación de la Primera República, el Terror, el Imperio de Napoleón y la restauración de la monarquía borbónica. y así hasta la creación de la Quinta República por el presidente Charles de Gaulle. Y bajo la caparazón de la URSS el corazón de la Madre Rusia seguía latiendo. Durante la guerra fría, considerábamos apropiadamente a Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria como “naciones cautivas” y pueblos cautivos.

Quiero decir: Ni el régimen, ni el sistema político, ni idea abstracta alguna, es equivalente a la nación, que los precede y que puede reclamar antes que nada la lealtad de sus hijos y de sus hijas. En su famoso brindis, el héroe naval estadounidense Stephen Decatur 2 declaró “¡Nuestro país…! Ojalá tenga siempre la razón, ¡pero es nuestro país, con razón o sin ella!”

Para quienes incesantemente proclaman que “Nuestra democracia está en peligro”, la crisis consiste en que millones de compatriotas comienzan a ver en el sistema vigente, “nuestra democracia”, algo que los traiciona y no acierta a cumplir con su deber principal: proteger y defender a nuestro país de sus enemigos externos e internos.

Pensemos un poco: El régimen de Biden que actualmente nos gobierna ha permitido que tres millones de inmigrantes invadieran nuestro país en el término de dos años. Estos ilegales continúan violando nuestras leyes y cruzando nuestras fronteras a razón de 250.000 por mes. Entre ellos hay terroristas, ladrones, violadores, asesinos, traficantes y abusadores de menores.

El régimen de Biden renunció a su deber de detener una invasión que está modificando el carácter y la composición étnica, racial, religiosa, social y política de nuestra familia norteamericana sin el consentimiento del pueblo norteamericano, en cuyo hogar nacional estos intrusos irrumpen con impunidad.

El presidente Joe Biden está asegurando que el futuro de la nación vaya a ser decidido por millones de personas que sólo tienen en común el haber violado nuestras leyes para introducirse en nuestro país. La vicepresidente Kamala Harris rechaza arrogantemente los reclamos para que se encare esta crisis diciendo que la frontera meridional estadounidense es “segura”.

Con esta invasión ha llegado una inundación del narcótico fentanilo, que el año pasado se cobró la vida de 100.000 estadounidenses, número equivalente al de todos los muertos en años de guerra en Corea, Vietnam, Afganistán e Irak.

En el marco de la política del partido de Biden de tolerancia frente al delito e indulgencia con los criminales, aumentan en las ciudades norteamericanas los asaltos, atracos, robos de autos y “tiroteos masivos”, donde un promedio de cuatro víctimas resultan muertas o heridas en cada episodio.

Con la moneda y la economía de los Estados Unidos bajo su custodia, en 18 meses Biden ha acelerado la inflación, ese cáncer de la divisa norteamericana, al 8%, ha acumulado una deuda nacional que excede en mucho el producto bruto interno, y ha hecho trizas el mercado bursátil, evaporando riquezas que se miden en trillones de dólares.

“Se acabó la pandemia”, le dijo Biden a 60 Minutos en septiembre, un mes en el que más de 400 estadounidenses morían de covid por día, a un ritmo superior al de la Segunda Guerra, y similar al del conflicto más sangriento de la historia norteamericana, la Guerra Civil de 1861-65.

Los custodios de “nuestra democracia” fracasan en el deber fundamental de cualquier sistema político: proteger y defender al pueblo. Ningún régimen fallido puede justificar su permanencia invocando cualquier superioridad intrínseca.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

  1. Uno de los patricios estadounidenses. []
  2. Famoso por su heroísmo en la guerra contra Inglaterra de 1812. []

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