“El campo no necesita subsidios, prebendas ni privilegios. Con transparencia, previsibilidad, reglas claras y respeto a la propiedad privada, nos arreglamos”. De todo el largo y encendido discurso del presidente de la Sociedad Rural Argentina Luis Etchevehere, esa es la única frase pertinente, la única que tuvo sentido en el escenario donde se la pronunció. El resto integra el corpus archiconocido de alegatos contra el gobierno Kirchner: todos ciertos, todos fundados, qué duda cabe. Todos, también, sabidos de memoria. Puestos en circulación hace mucho tiempo por periodistas críticos y políticos opositores. Etchevehere dio la impresión de querer fare bella figura ante un auditorio adicto; esto es, de caer en la retórica demagógica. No fue el caso de sus predecesores Míguens o Biolcati, a quienes les tocó defender a sus representados de ataques específicos, ante una sociedad que todavía no comprendía del todo qué estaba pasando.