Deporte, política, periodismo

A diferencia de lo que ocurre en la Argentina, en Israel responsabilizan a la ministra de deportes por la cancelación del partido

“Papelón”, “Vergüenza”, “Miedo”: la mayoría del periodismo argentino se ensañó con la selección nacional de fútbol a menos de diez días del comienzo de la Copa Mundial por su decisión de no jugar en Jerusalén un encuentro amistoso con los israelíes pactado previamente. “Una cosa es sentir miedo, y otra rendirse a él”, escribió Marcelo Birmajer. Otro Marcelo, Longobardi, la emprendió contra “la ignorancia y la bestialidad de Sampaoli y Tapia”. “La selección argentina de fútbol cedió a la extorsión de un grupo de fanáticos”, se lamentó Alfredo Leuco. “Podemos abolir el fùtbol y levantar la copa mundial de la hipocresía”, propuso Miguel Wiñazky. Una parte más pequeña justificó la decisión de los jugadores, pero se las tomó con el gobierno argentino. “Culminación de decisiones absurdas de una política exterior de papanatas”, sentenció Luis Bruschtein. “Si no se puede mudar la embajada, al menos se puede mudar el seleccionado”, coincidió Santiago O’Donnell. Para los primeros, la cancelación del encuentro fue en sustancia un acto antijudío; para los segundos, la planificación del encuentro fue un gesto de simpatía del gobierno argentino hacia Donald Trump y Benjamin Netanyahu.

Todos los nombrados son periodistas profesionales, pero en este caso prefirieron treparse al banquito y ventilar sus opiniones personales antes que ejercer las silenciosas y más modestas tareas del oficio, cosa que no era demasiado difícil dada la existencia de Internet y de una numerosa comunidad argentina en Israel en condiciones de brindar información de primera mano. Como suele decirse, las opiniones son respetables, pero los hechos son sagrados. A manera de adhesión a las celebraciones por el Día del Periodista, vayamos entonces a los hechos.

La selección argentina ha jugado con anterioridad partidos amistosos en Israel en vísperas de algunos mundiales, y para muchos esos encuentros, disputados en Tel Aviv o en Haifa, ya formaban parte de una “cábala” de buenos augurios. Este año, sin embargo, ni el técnico Sampaoli ni los jugadores tenían muchas ganas de repetir la tradición; además del siempre presente risgo de lesiones, esa escala en el viaje a Rusia les imponía complicaciones logísticas, algunas derivadas de la prohibición judía de volar en sábado. Pero para una AFA necesitada de dinero, la oferta era tentadora: jugar en Haifa le permitía saldar algunas deudas y embolsar además casi un millón de dólares adicionales. Desde el gobierno israelí se le ofreció incrementarla en 700.000 dólares si aceptaban mudar el encuentro a un estadio más pequeño y de más difícil acceso en Jerusalén oriental. La AFA y Sampaoli aceptaron.

Según contó el diario La Nación, el presidente Mauricio Macri no estaba enterado del cambio cuando despidió la semana pasada en Ezeiza al seleccionado nacional. “Así que van a jugar en Haifa, ¿no?”, les dijo. El diario recordó sin embargo que en marzo Netanyahu le había escrito a Macri: “He instruido a las más relevantes autoridades a hacer todos los preparativos necesarios para que el partido tome lugar en Jerusalén, nuestra capital eterna”. La intención del gobierno israelí era integrar el encuentro a las celebraciones por el septuagésimo aniversario de la creación del estado, y reafirmar su autoridad sobre la disputada ciudad luego de que Washington decidiera mudar allí su embajada; los “preparativos” le fueron encomendados a la ministra de cultura y deportes, Miri Regev.

Regev es una cincuentona con la vitalidad y la energía de una treintañera decidida a llevarse todo por delante, ex general del ejército, nacionalista, racista y provocadora, como cuando se presentó en el festival de Cannes con un vestido decorado en el ruedo con el perfil de Jerusalén y la dorada cúpula del Templo. Obsesionada con el imperio israelí sobre la ciudad santa, hizo suya la causa de llevar el encuentro futbolístico al estadio local, donde las entradas se agotaron en un par de horas. Pero Messi y la celeste y blanca tienen tantos admiradores entre los israelíes como entre los palestinos, y éstos no pudieron soportar la idea de ver a su ídolo jugar en la ciudad de la que fueron desplazados. Mientras los árabes ventilaban su indignación y prometían quemar la camiseta nacional, Miri Regev alardeaba ante la prensa de que iba a conseguir la foto de Messi en el Muro de los Lamentos, la foto de Messi estrechando la mano de Bibi Netanyahu en su despacho y la foto de Messi estrechando la mano de ella misma. Digamos que esos alardes no fueron una buena idea.

Entretanto, en el Palacio San Martín la diplomacia argentina encendía las luces de alarma. El canciller Jorge Faurie lo relató así: “Cuando nos enteramos del cambio de lugar [desde Haifa a Jerusalén] nos pareció oportuno hacer llegar a la AFA un ayuda memoria con las sensibilidades que tenía este cambio. Nosotros no podemos dar instrucciones pero alertamos a la AFA. En ese momento su directiva nos hizo saber que estaban comprometidos en la parte comercial. Estaban en un proceso, para ellos, sin retorno”. Pero el retorno se iba a producir de todos modos.

Cuando Messi se enteró de las declaraciones de la fogosa ministra israelí se sintió tratado como un pelele, y advirtió públicamente que durante su visita a Israel ni él ni ningún otro jugador de la selección iban a estrechar la mano de político alguno, ni dentro del estadio ni fuera de él. ¿Qué hizo entonces la generala? Dobló la apuesta: “Aquí lo importante es que el equipo argentino va a jugar en Jerusalén”, le dijo a la Radio del Ejército. “Messi va a besar el Muro, y ya vamos a ver quién le estrecha la mano a quién.” Alguien debió haberle avisado de que así no se le habla a un argentino en general, y al máximo astro futbolístico argentino en particular. Horas después, el delantero Gonzalo Higuaín anunciaba que la selección había desistido de jugar en Israel.1

Mientras Bibi perdía veinte minutos de su valioso tiempo intentado en vano persuadir a Mauricio de que intercediera ante la AFA, los israelíes descargaban sus iras contra la ministra de deportes y su malhadada idea de mover el lugar del encuentro. “Ella es la principal culpable de la decisión argentina de no presentarse”, escribió Uzi Dann en Haaretz. “Si hay algo sobre lo que los gobiernos israelíes han sido escrupulosos a lo largo de los años ha sido no mezclar la polìtica y el deporte. Pero Regev ha hecho exactamente eso, y de manera grosera. Sufrió una aplastante derrota, pero los grandes perdedores han sido los hinchas que deseaban ver en persona a Lionel Messi. Y esta crítica nada tiene que ver con su partido, el Likud, ni con sus opiniones políticas.”

La comisión de control de estado de la Knesset examinó el comportamiento de Regev en el caso, y su presidente, Shelly Yacimovich, de la Unión Sionista, dijo: “En lugar de asumir la responsabilidad de este terrible fracaso, sólo escuchamos de la ministra Regev mentiras y furiosas acusaciones contra todos”. Itzik Shmuly, también de la US, comentó que “ni su furia, calumnias ni odio diseminado van a ocultar la verdad. Miri Regev puede culpar al mundo entero y profanar patéticamente los nombres de las víctimas de Munich para explicar el vergozoso gol en contra que anotó para Israel.” Según una encuesta de la televisión local, la mayoría de los israelíes culpan a Regev de la frustración deportiva, y la Contraloría estatal decidió investigar el comportamiento de la ministra, incluida la asignación de fondos adicionales para mover el lugar del encuentro.2

A diferencia de los periodistas argentinos, ni los periodistas ni los polìticos israelíes han condenado a Messi ni a la selección ni al director técnico ni a la AFA, ni atribuyeron el fallido intento de mudar la sede del cotejo a alguna maniobra del gobierno de Macri, ni tampoco a las amenazas de los palestinos.  Lamentaron sí no haber podido disfrutar del espectáculo, y leal y honestamente reconocieron sus responsabilidades. En Buenos Aires, la Delegación de Asociaciones Israelitas de la Argentina –¡la DAIA de Rubén Beraja y Daniel Cohen Sabban!–, esgrimió su autoridad moral y acusó al presidente de la AFA de “capitular frente al terrorismo”.

–Santiago González

Notas relacionadasDos fotos
  1. Con fino sentido de la diplomacia, el equipo argentino prefirió atribuir su decisión a las amenazas que media docena de kirchneristas disfrazados de beduinos exteriorizaron frente a su lugar de concentración en Barcelona, donde quemaron una camiseta salpicada de pintura roja. Más de diez días después de esos episodios, todavía hay periodistas que creen hacerle un favor al gobierno tomando al pie de la letra esa explicación y exagerando la peligrosidad de esos agitadores, aparentemente acaudillados por un hijo de Mario Firmenich, vinculados a los podemitas españoles, y con ramificaciones internacionales con la solista de la banana que interceptó a Marcos Peña en Nueva York, a quien atribuyen la alta responsabilidad de administrar las redes sociales para ese grupo. Los periodistas argentinos pueden volver del ridículo, de la desinformación, y en realidad de cualquier lugar porque nadie les pide cuentas. (Nota del 13-6-2018) []
  2. Tras la derrota de la selección argentina frente a Croacia, la ministra ventiló su resentimiento: “Cuando se trata del pueblo de Israel, quien se mete con ellos se estrella”, escribió en su cuenta de Twitter. El incidente, rápidamente olvidado en la Argentina, golpeó seriamente la imagen de Regev, persona de la mayor confianza de Bibi y su esposa Sara, y a menudo mencionada como eventual sucesora del primer ministro. (Nota del 23-6-2018) []

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2 opiniones en “Deporte, política, periodismo”

  1. Gracias por explicarnos qué fue lo que ocurrió con ese partido. ¡Gran diferencia hace no estar sometido -forzosa o voluntariamente- a los intereses de un empleador!

    1. Gracias por su comentario. Aunque en el caso de los periodistas que mencioné, todos tienen autonomía suficiente en los medios donde trabajan: ellos son personalmente responsables de haber desinformado, alentado enconos entre los argentinos, y alimentado la destructiva costumbre de autodenigrarnos. Los insultos de Longobardi son inadmisibles. Por el contrario, la primera pista sobre el papel de la Regev la tuve en una nota de redacción que publicó Clarín, y a la que lamentablemente no dio seguimiento.

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