Borges y la memoria

Por suerte quedan tipos como Rolando Hanglin, de buena memoria. “Cuando yo era joven, se hablaba mal de Borges”, recuerda Hanglin. “Lo llamaban oligarca, vendido, probritánico. Conocí a una chica de la Universidad que se jactaba de haberle dado una patada ‘en el culo’, aprovechando el tumulto de una conferencia.” Hago mi aporte a la memoria completa de nuestro tiempo: A fines de los ’60 yo ví a los alumnos progresistas de la Facultad de Filosofía insultar a Borges y darle empellones, cuando ascendía con paso vacilante los escalones de Viamonte 430. “Ciego desde los 55 años, paseaba por la calle Florida y lo saludábamos, en otros tiempos, más respetuosos”, continúa Hanglin. “Pero la juventud intelectualosa no lo soportaba. Borges fue, durante muchos años, el arquetipo del gorila, el oligarca, el frívolo, el extranjerizante.” Cierta vez, Borges tuvo que hacerse cargo de tomar los exámenes finales de un curso de literatura inglesa que había dictado Jaime Rest. Pero sus valientes detractores rehuyeron el reto, y el aula estaba vacía, con excepción de una señorita y quien esto escribe, encantado ante la oportunidad de ser evaluado por el mejor. Ese día cumplía 20 años, y no les voy a contar qué nota mereció mi exposición sobre Macbeth porque soy modesto.

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