Es el kirchnerismo, estúpido…

Por José Durand Mendióroz *

El sorpresivo resultado a favor del Gobierno de Milei del pasado 26 de octubre dio por el traste las hipótesis de mínima (30% para abajo: ingobernabilidad) así como la de media (alrededor del 35%: apenas sostener vetos y DNU), corporizándose, por el contrario, la hipótesis de máxima: alcanzar un poco más del 40%. Lo cual, más allá de del importante resultado numérico, podría leerse como un aval plebiscitario a la gestión y un impulso para la etapa que se inicia. Dando así por el traste a quienes pensamos que iba a ocurrir, en un principio, la peor hipótesis y luego, la segunda. La mayoría de las encuestas cercanas al día 26 de octubre indicaban la probabilidad de la hipótesis de media.

Qué mal que envejece tu artículo” me asestó mi hijo mayor, en referencia a la última publicación de mi autoría en este estimado sitio, titulada la hora de Villarruel, en la cual se consideraba que ante una hipotética renuncia de Milei, llegaría la hora para la Vice de decidir y, eventualmente, de actuar. Luego, me aventuraba por las procelosas aguas de la consistencia de esa hipótesis, en base a lo que consideré como un efecto natural de la crisis de la economía real de los argentinos; arriesgando -además- que la ayuda de la Administración Trump no iba a revertir la tendencia iniciada en las elecciones del pasado 7 de septiembre ¡una serie de desaciertos!

Casi nadie esperó que saliera el premio mayor; es cierto, pero mal de muchos consuelo de tontos. Ahora bien ¿cuál es la causa de una reversión tan drástica de los resultados de las elecciones de la Provincia de Buenos Aires? Existen dos respuestas preponderantes las cuales están unidas por la palabra miedo. El miedo a que con una derrota categórica del oficialismo se produzca una crisis económica y el miedo a un retorno al poder del kirchnerismo. Ambas respuestas están interconectadas ya que una crisis económica hubiera provocado una crisis de gobernabilidad, lo que hubiera desembocado en un nuevo gobierno kirchnerista.

Por supuesto que podrían señalarse algunas  causas concurrentes tales como la falta de estrategias, de conducción, de propuestas, de candidatos potables, etc. Pero tales reproches les cabían a las dos antagonistas polares ¿o es que Espert, Reichardt y Santilli integraron un dream team? Las causas principales, sin duda, fueron las del miedo. Ahora bien, es necesario establecer de entrambas cuál fue la decisiva ¿cuál fue la causa final última que decidió la elección?

¿Cuál fue el objetivo a lograr de parte del votante que formó la mayoría? Esta precisión es importante: no nos estamos refiriendo al núcleo duro libertario que votó acompañando el proyecto de Milei.  Nos estamos refiriendo a ese “plus” que en Septiembre no pesó, pero que en Octubre decidió la victoria. Se trata de un heterogéneo grupo unido por el miedo a que ganaran los otros, integrado por antiperonistas y no peronistas que -en Provincia- no fueron a votar en septiembre pasado.

La utilidad de conocer el fin último es enorme; si el objetivo principal fue evitar una debacle económica, se abre un espectro de justificaciones que va desde “con la intervención del Trump no vale” hasta la gente se equivocó sobrevalorando la estabilidad económica. La dirigencia opositora no tendría la culpa ni debería realizar autocrítica de ninguna especie. Todo se reduciría a debatir si fue bueno a o malo desdoblar las elecciones y cosas por el estilo. Ahora, si en realidad el fin último fue el rechazo al kirchnerismo, sus cabezas deberían dar un paso al costado y el peronismo tendría que renovarse de verdad o desaparecer como movimiento nacional. Pragmatismo puro: con los K en la ecuación, la derrota está asegurada.

Por el título de este artículo puede colegirse que me decanto por la última respuesta. En primer lugar, porque lo económico, si bien con el logro de haber bajado la inflación, distaba de ser estable. Como me dijo un empresario de la agro industria: logró déficit cero a fuerza de parar la obra pública y los aportes a las provincias. Bajó la inflación a costo de fumarse 40 mil palos para frenar el dólar. La economía no tira y me cuesta ver que tire con este tipo de cambio mentiroso. No obstante le dio su voto. Los salvatajes del FMI y de Bessent en el semestre previo a la elección, son la prueba del fracaso económico. No había, pues, estabilidad que defender, ni había voto cuotita -tales cuotitas no existen- ni convertibilidad que sostener, ni reactivación económica en ciernes.

Es cierto que durante la campaña en Provincia el oficialismo se centró en el eslogan de ponerle el último clavo al cajón del kirchnerismo, pero se dijo con razón que fue una estrategia equivocada. Los bonaerenses votaron por sus realidades locales y en tal contexto la consigna del miedo careció de realismo y no movilizó masivamente el voto contrario. El miedo al retorno de Frankenstein se desató a posteriori, cuando el peronismo institucional; es decir, el kirchnerismo, se consideró heredero natural del gobierno y se presentó como tal ante la sociedad toda, sin siquiera molestarse en expresar alguna propuesta para el país; no digo superadora o integradora, ni siquiera una propuesta inteligible. Y entonces… se despertó el voto anti kirchnerista y no-kirchnerista. Los “argentinos de bien”, no sólo irían a votar, sino que para ello, cancelarían compromisos, recorrerían miles de kilómetros y hasta cruzarían océanos en patriótico testimonio.

Es cierto que el apoyo de Trump constituyó una acción sorpresiva e inesperada ante una situación que parecía no tener salida, y evidenció capacidad de iniciativa y de perseverancia de parte de Milei, inmerso -dicho sea de paso- en tal situación causada por sus propias políticas y sus propias conductas. No fue la oposición, sin duda, la que llevó al gobierno de Milei a ese callejón sin salida.

Pero para tener la imagen panorámica, hay que tener en cuenta que el 32% de los ciudadanos en condiciones, no concurrió a votar el 26 de octubre. Es un récord histórico que expresa falta de representatividad para casi el tercio de la población. Por cierto, muchos no asistieron por diversos tipos de complicación, pero esto podría compensarse con el alto número de votos de los militantes del abstencionismo (en blanco y nulos).

Evidentemente existe un núcleo duro de votantes de LLA-PRO, al igual que de “los peronismos”. No obstante, la clave de la definición electoral actual (y estimo que de las sucesivas) radica fuera de tales núcleos, un espectro lleno de matices que sólo tienen en común no pertenecer a núcleo duro alguno, y que se forma con los que no van a votar pudiendo hacerlo y los que votan por lo que consideran el mal menor. Si sumamos este universo al universo de quienes votaron propuestas opositoras, tenemos una amplia mayoría de argentinos que al día siguiente del 26/10 se encontraron nuevamente ante la dura realidad; sueldos y jubilaciones que no alcanzan y cierre de fuentes de trabajo. Una mayoría que no se siente invitada a la fiesta de los mercados financieros y bursátiles ni a las expectativas venturosas de las reformas de segunda generación.

Un párrafo final para el justicialismo, que es como prefiero llamar a ese movimiento político que es parte de la historia argentina y al que, a fuer de ser equitativos, deben atribuírsele éxitos y fracasos, y no la absoluta responsabilidad de la decadencia argentina; cosa de un simplismo extraordinario pero que, no obstante, constituye el dogma fundamental del antiperonismo. Considero que esa fuerza política, si se renueva para bien, tiene que ser parte en la superación de la situación de crisis en que se encuentra nuestra patria. Un justicialismo fiel a sus raíces social cristianas, negadas por la ideología woke sostenida por la conducción kirchnerista.

No obstante, veo muy difícil que el justicialismo se renueve conforme a dichas raíces. ¿Nos encontramos a las puertas de que siga el camino del centenario partido de Alem e Yrigoyen? Los pases de baile de la ex presidente después de la derrota develan que la interna pesó en su ánimo más que la suerte del partido que preside.  ¿Se irá reduciendo sin prisa pero sin pausa a un mosaico de realidades comarcanas, desprovistas de un proyecto político común? Es posible, aunque no necesario que sea así. El tiempo lo dirá.

Post scriptum: Para los lectores que no siguen los avatares políticos actuales y para los lectores del futuro (¡vamos, que los habrá!) habría que precisar algunas cosas. El 7 de Septiembre de 2025 se llevaron a cabo elecciones para cargos provinciales en Buenos Aires (Provincia). El gobernador Kicillof había decidido desdoblar las elecciones con la oposición de Cristina Fernández de Kirchner. El partido del gobernador alcanzó la victoria por un margen de una amplitud inesperada. Esta victoria produjo una crisis económico-política en el gobierno de Milei y proyectó la confianza de un triunfo categórico del peronismo en las subsiguientes elecciones de medio término en el orden nacional. El 26 de Octubre de 2025 la sorpresa la dio el partido de Milei triunfando categóricamente, aunque con un margen de abstención de más del 32% de los votantes habilitados.    

* El doctor José A. Durand Mendióroz es abogado, profesor universitario y publicista.

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