7 opiniones en “Chacarera del relato”

  1. Exelentes apreciaciones, sobre historiografia y además folklore. Solo quiero destacar que la dialéctica histórica es vieja, y lamentablemente siempre se usó y se sigue usando. Solo me resta señalar que Chakai manta (himno de la chacarera) no es de estos usurpadores partidarios. Sino de los hermanos Abalos

    1. Así es. Los hermanos Abalos le pusieron letra a la música de Víctor Ledesma, y la registraron en 1948 creo.

  2. La aclaración de su parte me parece necesaria, porque pone en foco – ya que de historiografía estamos hablando – que la banda K, con su sorprendente sistema de robo a cielo abierto (una expresión que acabo de tomar prestada de un amigo porque me parece muy descriptiva), envuelto con retórica progresista y defendido con un permanente chantaje a todo pensamiento crítico con la grave acusación (un estigma entre nosotros, los argentinos) de “destituyentes” o “golpistas”; porque pone en foco, digo, que esta banda particular no viene de la nada, sino de un caldo de cultivo que tiene décadas de acumulación; que no se reduce a sectores, sino que impregna, lamentablemente, la totalidad de la comunidad y que, lejos de estar “en la cabeza”, está en los nervios, en los músculos y en las vísceras, es decir, en los hábitos sociales y políticos de esos “cuarenta millones” de los que Cristina Fernández, sin ruborizarse, dice sentirse como “la madre” (!).
    Pero los procedimientos del grupo gobernante extremaron, me parece, la tendencia y la hicieron evidente para muchos que oscilaban… Y está habiendo – aunque aún desarticulada – una reacción saludable. Su sitio forma parte de esa reacción o resistencia (reacción no reaccionaria) esclarecedora.
    Sigue siendo un misterio, para mí, la aquiescencia de diez o veinte intelectuales de “primera línea”.
    Gracias por la aclaración.

  3. La historiografía científica, laica y basada en investigaciones con metodología comprobable y transferible, es algo relativamente nuevo en la historia que aún se está abriendo paso.
    Es ardua, e implica una actitud nada fácil de asumir: trascender el narcisismo pueril, infantil o adolescente. En todo caso el narcisismo del historiógrafo se ve recompensado con el éxito de su investigación entre los colegas o iguales, en la comunidad científica y en la comunidad, más amplia, de lectores interesados.
    El relato falso y berreta de la élite K (perdón, de la mafia K, tal como usted la denomina; de la banda K, tal como la denominó Carrió ya en 2004) nos da la pauta de lo infantiles que son como personas… Peligrosamente infantiles “¡esto es mío, mío, mio…!” (“Vamos por todo… Todo es nuestro y todos ustedes son nuestros empleados, con distinta categoría, pero empleados nuestros…”).
    Pero lo más sorprendente – para mí, al menos – es el apoyo no siempre silencioso sino logorreico y hasta altisonante que encontraron en un sector de la intelectualidad. Forster, Feinnman, Zaffaroni, González y unos cuantos más, son un desafío presente y futuro para la historiografía de estos años, los años de la “década ganada”, que es una década decadente, dilapidada, incluso para ellos.

    1. Gracias por su comentario. Sólo quisiera aclarar un punto. Varias veces insistí en este sitio que una mafia político-económico-sindical se había apoderado del país. Esa mafia no se agota en el kirchnerismo, ni mucho menos. Se ha venido instalando desde los años de la dictadura militar, cada vez con más arraigo. El kirchnerismo fue su instrumento circunstancial (con su propia dinámica de rateros, es cierto), y será reemplazado por otro en el 2015 a menos que los ciudadanos hagamos algo. Ya es evidente hacia dónde van los dineros para solventar campañas, y hacia dónde soplan los vientos de la manipulación informativa.

  4. Hoy estoy verborrágico (disculpe). Soy estudiante de historia. Me preocupa que, tanto los profesores como los alumnos (sin ser precisamente peronistas, también hay muchos comunistas), hayan naturalizado la idea de la historia militante: esto es, la prédica de la mentira como un medio válido, extremo, aunque necesario para alcanzar un fin deseado. Se desprecia la idea de la objetividad, la famosa frase de Ranke se tilda de inocente. Si bien es cierto que en la sociedad hay varias corrientes que rescatan del pasado lo que consideran necesario en función del presente, esto no habilita a ser irresponsable. En Argentina, el Estado ha llegado al extremo de reivindicar a los Montoneros (mediante la banalización del asunto o la mentira explícita). Doy un ejemplo: el otro día descargué “Infancia clandestina”, con actuación de personas del talle de Natalia Oreiro y el correspondiente subsidio del INCAA. Decían, por ejemplo, al inicio de la película, que los peronistas de derecha persiguieron a los montoneros recién después de la muerte de Perón. La única forma de sobreponerse a tan brutas imposturas es clara: ser un tipo informado, sostener posturas con evidencia y fundamentos posibles de ser falsables. No sé de chacarera, pero sí de tango y ahí es un poco más difícil que me embauquen.

    1. La cultura militante no es más que propaganda, y la propaganda sirve tanto para vender jabones como regímenes políticos. O conjuntos musicales. Ya lo hemos visto de sobra.

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