El cambio se demora

La gente decidió renovar la política y pagar el costo de poner la casa en orden, pero sus expectativas comienzan a enfriarse

El año pasado los ciudadanos se declararon mayoritariamente dispuestos a cambiar las cosas en la Argentina. Empezaron por donde debían empezar: cambiando ellos mismos. Renunciaron a sus antiguas lealtades y apostaron por algo nuevo. Y lo hicieron a conciencia: sabían que les esperaban rigores y sacrificios, y no protestaron cuando los rigores y los sacrificios se hicieron presentes con su rostro desagradable. Habían cambiado, habían votado por una coalición llamada Cambiemos, y... Continúa →

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Carrió, la diferente

La diputada reclama el respeto de una sociedad convencida de que todos somos iguales, o más o menos

Uno de los efectos más nefastos del progresismo a la violeta que impregna la mentalidad argentina es haber instilado la noción de que todos somos iguales, o más o menos. Noción equivocada: no lo somos. Somos iguales ante la ley, pero diferentes en calidad aunque pocos estén dispuestos a admitirlo. Hay algunos de nosotros que se destacan sobre el resto, personas cuyas cualidades morales, intelectuales o de otro tipo las colocan en una categoría más elevada, personas que en una sociedad... Continúa →

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El opositor conveniente

O bien la ciudad de Buenos Aires está encantada con los ocho años de gobierno del PRO, o bien está harta de doce años de kirchnerismo y expresa ese hartazgo votando a lo que más parece oponérsele. En estas primarias el oficialismo obtuvo en la CABA más votos que los logrados en cualquier elección anterior, y Mauricio Macri pudo recargarse de energía para la batalla en pos de la presidencia de la Nación. Debe el auspicioso panorama que se le abre en este momento a tres mujeres:... Continúa →

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Festejos, esperanzas, peligros

Los grandes medios nacionales celebraron el domingo los triunfos de Mauricio Macri en la capital federal y de Sergio Massa en la provincia como si fueran propios, con el entusiasmo característico de la prensa partidaria. He aquí un fuerte indicio de que estos dirigentes sintonizan admirablemente con los intereses del establishment, el poder permanente, o las mafias locales, según se le prefiera llamar. En sus discursos de victoria, Macri y Massa dijeron más o menos las mismas cosas,... Continúa →

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Lectura de la encuesta compulsiva

Los resultados de la encuesta compulsiva están a la vista. Su lección más evidente es que los argentinos están hartos de kirchnerismo: el 54 por ciento de respaldo que obtuvo en el 2011 se redujo a menos de la mitad, el 26 por ciento, en dos años. Las razones de ese hartazgo hay que buscarlas en áreas alejadas de la política: la incapacidad práctica del gobierno para resolver problemas concretos, principalmente la inflación y la inseguridad. También en la corrupción, relevante para algunos sectores más atentos de la ciudadanía. En octubre, cuando este estado de opinión se traduzca en votos, el oficialismo recibirá la notificación concluyente de que sus sueños de continuidad habrán sido sólo eso: sueños. La renovación de bancas que se operará entonces lo dejará sin posibilidades de buscar una reforma constitucional, y muy probablemente le quitará el manejo a su antojo del Congreso. Las fuerzas no kirchneristas que atrajeron ahora el favor del electorado deberán hacer esfuerzos en los próximos dos meses no sólo para resistir la previsible embestida oficialista sino para afianzar, y ampliar, el espacio aparentemente ganado.

La encuesta compulsiva ha dicho con claridad lo que el electorado no quiere pero no arrojó luces definidas sobre lo que el electorado quiere. ¿Quiere una opción centroizquierdista, como indicarían las cifras de UNEN en la capital federal, o de Hermes Binner en Santa Fe? ¿Quiere alternativas peronistas, como sugeriría el respaldo a Sergio Massa en Buenos Aires o a Juan Schiaretti en Córdoba? ¿Tendría chances un radicalismo de nuevo cuño, como sugieren las cifras de Julio Cobos en Mendoza o Eduardo Costa en Santa Cruz, e incluso el tercer lugar obtenido por Margarita Stolbizer en Buenos Aires? ¿Qué lugar le espera al PRO, que a pesar de los globos y los bailecitos, hizo un papel deslucido tanto en la capital federal, donde gobierna, como en Córdoba y Santa Fe, donde presentó sus candidatos más expectables? ¿Hay un futuro para el kirchnerismo? Dicho de otro modo, ¿tiene el kirchnerismo identidad política, capaz de sobrevivir a sus creadores, o ese nombre define simplemente una unión transitoria para el saqueo de los fondos públicos? Estas preguntas tienen menos que ver con el 2013, cuando lo que está en juego es la posibilidad de limitar la capacidad de daño del kirchnerismo en lo que le queda de mandato, que con el 2015, cuando el país deberá decidir a quién confiará sus destinos en lo sucesivo.

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