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¿Putin sólo está alardeando?

Por Pat Buchanan *

“Una vez que se nos impone la guerra, no existe otra alternativa que emplear todos los medios disponibles para conducirla a un rápido final. El objetivo propio de la guerra es la victoria, no una indefinición prolongada”. Tal lo que dijo el general Douglas MacArthur en su discurso de abril de 1951 ante el Congreso, después de que el presidente Harry Truman le quitara las funciones de comandante en jefe de la guerra de Corea.

¿Y cuál es ahora el propósito de los Estados Unidos con su masiva infusión de armas nuevas y más poderosas de la OTAN en la guerra de Ucrania? Dijo el secretario de defensa Lloyd Austin al regresar de una reunión con el presidente Volodimir Zelensky en Kiev el domingo pasado: los Estados Unidos quieren ver a Rusia “debilitada al punto de que no pueda hacer cosas como invadir Ucrania.” Rusia, agregó Austin, “ya ha perdido considerable capacidad militar y considerable número de soldados… y queremos que no esté en condiciones de renovar muy rápidamente esa capacidad.”

De este modo, la nueva, o la ahora revelada, meta de la política estadounidense en Ucrania no es sólo la derrota y el repliegue del ejército invasor ruso sino la degradación de Rusia como potencia mundial. Las sanciones impuestas a Rusia, y las armas avanzadas que enviamos a Ucrania, no intentan simplemente permitir a ese país preservar su independencia y su integridad territorial, sino infligir daños irreversibles a la Madre Rusia. La Rusia de Putin no se va a recuperar pronto, si alguna vez lo hace, del daño que nos proponemos causarle, valiéndonos de los ucranios para que administren el castigo, a lo largo de un extenso período de tiempo.

El canciller turco Mevlut Cavusoglu pudo adivinar los verdaderos objetivos de algunos aliados de la OTAN: “Hay países dentro de la OTAN que quieren que la guerra en Ucrania continúe. Ven en la continuación de la guerra un debilitamiento de Rusia. No les importa mucho la situación en Ucrania.”

Pero para aumentar sostenida y sustancialmente el daño a la economía rusa, tanto como a sus fuerzas armadas, la guerra deben extenderse todavía más. Y una guerra prolongada supone pérdidas cada vez más grandes para los ucranios, que están pagando ellos solos el precio en sangre de derrotar a Rusia. ¿Está dispuesto Austin a pelear esta guerra hasta el último ucranio? ¿Cuántos soldados rusos muertos -la estimación actual de las pérdidas rusas asciende a 15.000 hombres de su fuerza invasora- se necesitarán para satisfacer a Austin y a los norteamericanos? Para lograr, digamos, unos 50.000 rusos muertos, ¿cuántos ucranios deberán perder sus vidas? ¿Cuántas ciudades ucranias habrán de correr la suerte de Mariúpol?

Evidentemente, la estrategia Joe Biden-Lloyd Austin de desangrar indefinidamente a Rusia contradice el dictum de MacArthur: “El objetivo propio de la guerra es la victoria, no una indefinición prolongada”. Una guerra orientada a desangrar al otro bando hasta la muerte, ¿no contradice además las condiciones morales de una guerra justa?

Están, además, las consideraciones prácticas.

Cuando decimos que nos proponemos debilitar a Rusia al punto de que no pueda volver a amenazar a sus vecinos, estamos hablando de armas y poderío convencionales. Nada de lo hecho en Ucrania en estos dos meses de guerra ha disminuido el arsenal ruso de 6.000 armas nucleares, el más grande del mundo. Y cuanto más destruimos el poderío convencional de Rusia, más empujamos a Moscú a recurrir a su as en la manga: las armas nucleares.

Al preguntársele el martes sobre el riesgo de que el conflicto escalara hasta una guerra nuclear, el canciller ruso Sergei Lavrov repuso: “Los riesgos son ahora considerables. No quisiera elevar esos riesgos artificialmente. A muchos les gustaría. El peligro es serio y real. Y no debemos subestimarlo.” Putin lo planteó de este modo: “Si alguien se decide intervenir desde fuera en los acontecimientos presentes y crea para nosotros amenazas inaceptables de naturaleza estratégica, debería saber que la respuesta será instantánea … Tenemos todas las herramientas para ello, herramientas que nadie más puede jactarse de tener… Las usaremos si se plantea la necesidad. Y quiero que todos lo sepan.”

Ojivas nucleares tácticas montadas en misiles hipersónicos parecen ser precisamente lo que Putin estaba describiendo.

Cosa que plantea varias preguntas:

¿Aceptará Putin una rebaja permanente, e inducida por los Estados Unidos, de la posición de Rusia como una gran nación? ¿O recurrirá Rusia a las armas que podrían evitar ese destino, y evitar también la prolongada y debilitante “guerra eterna” que algunos norteamericanos quieren imponerle a su país?

Si es que nos proponemos efectivamente desangrar a Rusia hasta sumirla en una declinación estratégica irreversible, ¿es Putin un gobernante mentalmente preparado para entregarse mansamente a ese sueño apacible?

¿Putin y los suyos están simplemente alardeando con sus implícitas amenazas nucleares?

Cuando Georgia invadió Osetia del Sur en 2008, el ejército ruso de Putin reaccionó instantáneamente, expulsó a los georgianos e irrumpió incluso en territorio de Georgia. Cuando los Estados Unidos ayudaron en 2014 a derrocar al gobierno prorruso de Kiev, Rusia atacó y tomó Crimea, la base naval de Sebastopol, y Lugansk y Donetsk. Cuando Ucrania coqueteó con su ingreso a la OTAN y Biden se negó a descartar esa posibilidad, Putin lanzó la invasión de febrero. Cuando se trata de sus advertencias sobre acciones militares, hay que reconocerle a Putin cierta credibilidad.

Cuando habla de emplear armas atómicas tácticas para impedir la derrota, la humillación y la disminución de la propia Rusia, ¿Vladimir Putin sólo está alardeando?

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.