- gaucho malo - https://gauchomalo.com.ar -

Operación Naranja

El último programa de Jorge Lanata anterior a las elecciones primarias del 9 de agosto fue una operación político-periodística destinada a favorecer las aspiraciones presidenciales del gobernador bonaerense Daniel Scioli. Desde hacía tiempo se veía con preocupación en el campo naranja la posibilidad de que el actual jefe de gabinete Aníbal Fernández consiguiera la candidatura oficialista a la gobernación provincial, que disputa en las primarias con el actual presidente de la cámara baja Julián Domínguez. Se pensaba en el sciolismo que la figura de Fernández, acusado desde hace años de vínculos con el narcotráfico, podría convertirse en un lastre para el gobernador si apareciera asociada a su boleta en los tramos decisivos de esta elección. Para peor, las encuestas parecían favorecer a Fernández. Se optó entonces por hacer estallar el escándalo antes de la elección para evitar que detonara después, en medio del proceso electoral, con imprevisibles consecuencias para las pretensiones del gobernador. Los poderes permanentes de la Argentina (vulgo establishment), luego de varios titubeos sobre a quién dar su apoyo en esta elección (empezaron con Sergio Massa, siguieron con Mauricio Macri), finalmente parecen haberse decidido por Scioli por la sencilla razón de que los peronistas son los que siempre ofrecen mejores garantías. La gran prensa dio todo su respaldo el domingo al gobernador, y por la noche el grupo Clarín puso en pantalla, de la mano de Lanata, a unos testigos que acusaron directamente a Fernández de ser el autor intelectual de varios crímenes en el trámite de apoderarse del negocio de la venta de efedrina a México. Esto no fue un momento brillante del periodismo de investigación, sino una operación sobre la opinión pública planeada en todos sus detalles, especialmente el de su oportunidad. Uno de los testigos, alguien ya condenado a cadena perpetua, fue entrevistado sin tropiezos en un penal dependiente de la gobernación bonaerense, y el otro prestó su testimonio en la casa de Elisa Carrió, que hace siete años presentó ante la justicia estas mismas denuncias contra Fernández. Evidentemente, la diputada privilegió el valor de esos nuevos testimonios por sobre su conveniencia política, y se prestó al juego tendiente a favorecer al heredero del kirchnerismo y principal rival de su sigla en los comicios que se avecinan.

Está por verse el valor probatorio de los nuevos dichos de estos testigos, que ya habían declarado en el pasado ante la justicia, y está por verse también si sus denuncias alcanzan para modificar el comportamiento del electorado bonaerense. Los votantes parecen blindarse contra esta clase de operaciones, como se vió con el caso Nisman, pero nunca se sabe. Lo que sí se sabe es que el escandaloso programa de Lanata literalmente sacó del aire el debate político entre los candidatos presidenciales, justamente en la semana previa a las elecciones primarias, y lo reemplazó por una interna del peronismo bonaerense. Nadie habla de otra cosa, y los periodistas no interrogan a los candidatos sobre sus propuestas sino sobre el programa de Lanata.

La nota anterior de este sitio, concebida como la última antes de las elecciones primarias, era una invitación a votar con razonable optimismo, con libertad, positivamente, al candidato preferido de cada uno, sin ceder a chantajes ni presiones. Ahora eso ya se volvió más difícil: el impacto del programa comentado, multiplicado hasta el infinito por los canales mediáticos formales e informales, promueve entre los ciudadanos ese desasosiego, esa sensación de impotencia, ese fatalismo, ese estado de ánimo en suma que viene distorsionando sus decisiones desde hace un cuarto de siglo, y que a la hora de votar lo lleva a oscilar entre el miedo al cambio, o el cambio a ciegas, infligido como castigo. Tal vez esto no sea simplemente un daño colateral, tal vez los planificadores de esta operación lo hayan querido así. Ojalá fracasen.

–Santiago González

Notas relacionadasUn voto sí positivo