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La hora de Villarruel

Por José Durand Mendióroz *

La expresión tiene doble sentido, ya que se refiere a que va llegar la hora en que la Vice tenga que decidir —en caso de renuncia del actual mandatario— si asume la presidencia de la Nación. Pero también se refiere a que —en caso afirmativo— tendría que tomar decisiones inmediatas y sobre la hora, capaces de generar confianza. La Constitución establece que la sucesión del Vicepresidente es automática, ante el simple hecho de la vacancia. Naturalmente, debe aceptar el desafío o renunciar a su cargo, no tiene alternativa.

Esta reflexión, es claro, parte del supuesto de que Javier Milei llegase al punto de no retorno de la ingobernabilidad y que renuncie. Situación ésta que que cada vez más analistas la dan como la conclusión lógica del derrotero del líder libertario. Pero la Política no es una ciencia exacta, lo que aquí se conjetura no va a suceder indefectiblemente. De hecho el contundente apoyo de Trump, ya convertido en actor de la política partidaria argentina, ha llevado tranquilidad a los mercados y el ánimo del oficialismo ha cambiado… pero todo depende del triunfo electoral.

Entonces, tomemos la hipótesis de la renuncia de Milei como ejercicio teórico. Veamos qué alternativas podrían darse. Una posibilidad, como se dijo, es que Villarruel complete el mandato. La otra posibilidad es que la Vicepresidente también renuncie y el Congreso en asamblea designe Presidente. Dicha autoridad, generada por un acuerdo de dirigencias políticas, tendrá el mismo desafío de tomar decisiones urgentes y trascendentes, pero también la debilidad de no haber sido elegida por el pueblo. En este supuesto, por su peso numérico, el establishment peronista definiría la designación del Presidente provisional, en vista a un esperable triunfo en las siguientes elecciones; al fin y al cabo, una vez más resultaría que sólo el peronismo puede gobernar.

Ésta última alternativa, si bien es posible, sería no obstante una traición a la mayoría del electorado que hace tan sólo dos años votó por repudiar la propuesta peronista después del lamentable gobierno de Alberto Fernández, triste epílogo de varias gestiones fallidas. Milei encarnó en su momento la esperanza de un cambio, y tuvo inclusive votos de sectores inesperados; entre otros, peronistas hastiados, empleados públicos, gente sumida en la marginalidad, etc. Algunos pensaron por entonces, no podemos seguir así y otros, no podemos estar peor. Pero el hecho puro y duro es que la continuidad en el poder del “peronismo establecido”, es decir, el tándem Cristina – Máximo – Massa (con Kicillof en un segundo plano) fue rechazada por una clara mayoría de los argentinos.

Falta de mérito político. Ahora bien, volviendo al presente ¿quiénes formarían la conducción estratégica del peronismo en el manejo de una eventual Asamblea Legislativa? Pues los mismos integrantes del tándem, sólo que con el mentado gobernador ya como socio de número. El resto de los gobernadores y algunos senadores nacionales volverían —como los chicos— a ser espectadores del armado estratégico de los grandes, y tan sólo partícipes necesarios pero secundarios dentro de su ámbito territorial. En tanto, el resto de las fuerzas políticas, desarticuladas y confundidas, se convertirían en elementos meramente decorativos. Todo lo cual significaría el desconocimiento de la voluntad popular expresada en 2023.

Que Milei haya sido una decepción no anula el hecho de que la mayoría de los argentinos se haya pronunciado en 2023 por algo diferente a un nuevo gobierno generado en los laboratorios del tándem. Al menos los peronistas no podrán negar aquello de que el pueblo nunca se equivoca. El pueblo, pues, no se equivocó en 2023 al rechazar una nueva tentativa del tándem de cambiar algo para que nada cambie. El que se equivocó fue Milei. Por eso, ante una eventual renuncia, por mandato constitucional y por legitimidad política, debe seguir Villarruel. Hablar de legitimidad es hablar de institucionalidad, cualidades apreciadas no sólo por el universo de las naciones sino también fundamentales para la convivencia de los argentinos.

A lo anterior, debe agregarse que pocas veces una oposición ha sido tan disfuncional como la del establishment peronista durante los pasados dos años. En el momento de euforia inicial del nuevo gobierno, se comieron todos los destratos, vetos y decretos de necesidad y urgencia que a Milei se le ocurrió generar. En estado de parálisis, esta oposición —por llamarla de alguna manera— se benefició sin mérito alguno de las iniciativas de sectores sociales tales como jubilados, universitarios, salud pública, organismos públicos, etc.; pero sobre todo; muy pero muy por encima de todo, por el resultado de la política económica y los errores políticos de Milei.

En medio de una actuación general tan anodina se quiere rescatar el papel de Axel Kicillof como el General victorioso en la batalla del pasado 7 de septiembre. Es una ilusión óptica. En rigor de verdad, Kicillof mantuvo los números habituales de su jurisdicción, los cuales por contraste con el mal desempeño de LLA, parecieron más abultados de lo que en realidad fueron.

Algunos le atribuyen la genialidad táctica de desdoblar las elecciones; a lo cual es fácil replicar que tal recurso lo vienen utilizando sus colegas gobernadores desde hace cuatro décadas. Aducirán empero que ¡tuvo que enfrentarse a la Señora para hacerlo! Teniendo en cuenta que la Señora fue el Mariscal de la derrota de 2023, que cumple condena privativa de libertad y que su vigencia se debe mayormente a la insistencia de Milei en tenerla como interlocutora preferida ¡no suena como una muestra de carácter extraordinario! Tampoco la gestión de gobierno es como para ponerlo por los cuernos de la luna. Algún mérito tendrá Kicillof, dado que ya puede sentarse en la mesa de los grandes pero… tampoco la pavada.

¡Es la pobreza, estúpido! El término economía está formadas por las palabras griegas, oikos (casa) y nómos (regla, norma) y podríamos traducirla como las reglas para la buena administración de la casa. La palabra, pues, está ligada indisolublemente a las necesidades concretas de las familias, mediante la prudente gestión de los recursos materiales. Este identidad vale para las empresas, sean de producción primaria, industrial, comerciales, de servicios, etc. La ligazón directa con las personas y las cosas hacen que se la llame con propiedad economía real.

También está, por cierto, la gestión de la cosa pública, que hoy por hoy, corresponde al Estado, y también requiere de una buena administración. Pero existen decisiones de tipo político que exceden la meramente administrativo. Por ejemplo, darle curso legal a la moneda y establecerla como medida de valor de los intercambios. En una de sus habituales inconsistencias Milei, en modo Estado intervencionista nivel comunismo, viene forzando la fijación de un peso sobrevaluado, con la intención de que funcione como ancla a la inflación. Lo cual ha llevado al país a una recesión, que se va extendiendo como mancha de aceite. La mayoría de la gente se ha empobrecido, cada cual en su nivel está peor… que ya es decir. La economía real lo supo primero porque lo sufrió en carne propia. Luego comenzaron a reflejarlo las estadísticas, y así es que entró en la consideración de los mercados como simple variable de la estabilidad. El 7 de septiembre pasado, en las elecciones de Provincia, el país se enteró de que la inquietud de la economía real se había convertido en volatilidad política y eso disparó la volatilidad de los mercados.

No pretendo ignorar la importancia de la inquietud de los mercados ¡líbreme Dios! Pero la inquietud de la economía real es más importante y muchas veces no están en sintonía. Por ejemplo, el apoyo político de Trump disipó —momentáneamente— la inquietud de los mercados, pero a la inquietud de la economía real prácticamnte ni le movió el amperímetro. Ya se sabe, no obstante, que la calma de los mercados y la continuidad de la ayuda externa, están condicionadas un triunfo en las elecciones de medio término; y ya no se le escapa a nadie que en esto manda la economía real y los argentinos reales. Al fin y al cabo estamos en un sistema democrático.

El ajuste, cuando lo sufren las mayorías “por un bien superior” implica un crédito de confianza. Y claramente, a Milei el crédito se le agotó. Al día de hoy, la lucha a muerte por mantener un dólar subvaluado dentro de las bandas fijadas, a la espera de un milagro el 26 de octubre, parece un objetivo mezquino. La expectativa de LLA consiste en alcanzar un número de legisladores tal, como para poder bloquear un juicio político y sostener los vetos a las leyes del Congreso. En buen romance, el respaldo electoral que el oficialismo puede llegar a conseguir, sólo serviría para seguir gobernando por decreto y para vetar sistemáticamente las leyes del Poder Legislativo. Esto no augura condiciones de estabilidad política, precisamente.

En síntesis, creemos que los propios errores, la volatilidad de la economía real, las derrotas parlamentarias, el mal humor social, o que Trump considere que los argentinos no merecemos su ayuda, pueden llevar al oficialismo a la ingobernabilidad. Las instituciones deberán en tal caso tomar las medidas que la hora requiera y la Constitución permita. Sólo falta ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

Pero no sería conveniente -ni justo- para el país que en caso de vacancia de la presidencia, el comando de la situación lo asuma el tándem de Los Kirchner, Massa & Kicillof. La legitimidad y la institucionalidad son las primeras razones para que la etapa subsiguiente la presida Villarruel, pero no las únicas. La ilusión de las mayorías de 2023 de iniciar algo distinto, se vería traicionada mediante la entrega lisa y llana del gobierno al establishment peronista.

El consenso debería darse con todos los sectores, convocándose a los gobernadores, a los líderes del Congreso y a los principales dirigentes partidarios, a los mejores técnicos en cada área; en orden a devolver las condiciones de sustentabilidad de la economía real, que es lo mismo que decir, de ecompensar a la gente por el trabajo honesto. La paz de la economía real, necesariamente va a llevar tranquilidad a los mercados, dentro de reglas de juego con las que la actividad de estos armonice con aquella.

Nadie dice que sea fácil.

Post scriptum. Me señalan que este artículo sería publicado muy encima de las elecciones, por lo que su eventual influencia podría ser riesgosa. No termino de entender esto último, pero me apresuro a asegurar que no veo posibilidad alguna de que el artículo pudiere influir en el voto de los lectores de este post, que ya lo tendrán decidido o lo decidirán en conciencia. En caso de personas influenciables, sugiero que sea leído en compañía de un mayor. Vale.

* El doctor José A. Durand Mendióroz es abogado, profesor universitario y publicista.