- gaucho malo - https://gauchomalo.com.ar -

La guerra de Bibi, no de EE.UU.

Por Pat Buchanan *

El presidente Donald Trump, que canceló un ataque misilístico contra Irán tras el derribamiento de un drone Predator norteamericano para evitar la muerte de iraníes, probablemente no quiere una guerra entre los Estados Unidos e Irán. Pero no se puede decir lo mismo respecto de Bibi Netanyahu.

El sábado, Israel lanzó un ataque nocturno contra una aldea al sur de Damasco para abortar lo que Israel asegura era un plan de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución iraníes para enviar “drones asesinos” al espacio aéreo israelí, un acto de guerra. El domingo, dos drones israelíes se estrellaron frente a las oficinas de prensa de Hezbolá en Beirut.  A continuación Israel atacó un campamento del Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General ubicado en el norte del Líbano. El lunes, Israel reconoció un ataque contra las milicias, apoyadas por Irán, de las Fuerzas de Movilización Popular en Irak. Y no negó su responsabilidad en los ataques del mes pasado contra bases y polvorines de las milicias proiraníes también en Irak. Israel ha confirmado igualmente que, durante la guerra civil siria, condujo centenares de ataques contra las milicias proiraníes y sus arsenales a fin de impedir la transferencia de misiles a Hezbolá en el Líbano.

Comprensiblemente, las acciones israelíes de este fin de semana suscitaron amenazas de represalias. El secretario general de Hezbolá, Hasán Nasralá prometió vengar la muerte de su gente en el ataque en Siria. Según se informón. el general Qassem Soleimani, de la Fuerza Quds, tuiteó desde Teherán: “Esta operaciones demenciales serán las últimas batallas del régimen sionista”. El presidente del Líbano, Michel Aoun, describió el denunciado ataque israelí con drones contra Beirut como una “declaración de guerra”. El viernes pasado, durante las protestas en la frontera de Gaza al cumplirse 71 semanas de la “Gran marcha del regreso”, 50 palestinos resultaron heridos por fuego israelí. A lo largo de esos 16 meses hubo 200 muertos a tiros, y miles de heridos.

¿Cuál fue la reacción estadounidense ante los ataques israelíes del fin de semana? El secretario de estado Mike Pompeo llamó a Netanyahu para ratificar el respaldo de Washington a las acciones de Israel. Algunos dirigentes iraquíes ya están reclamando la expulsión de los norteamericanos.

¿Por qué Netanyahu reconoce ahora el papel de Israel en los ataques contra el Líbano, Siria e Irak? ¿Por qué ha comenzado a amenazar al propio Irán e incluso a los rebeldes hutíes en Yemen? Porque faltan apenas tres semanas para las elecciones y este primer ministro israelí, cuya permanencia en el cargo ha superado la de David ben Gurion para convertirse en la más prolongada de la historia de Israel, está librando la batalla de su vida. Y si Netanyahu pierde –o no logra armar una coalición después de ganar, como ya le pasó este año– su carrera habrá tocado a su fin, y podría quedar expuesto un proceso por corrupción.

Netanyahu tiene un poderoso motivo para expandir la guerra contra el principal enemigo de Israel, sus aliados y sus allegados, y para reivindicar los ataques militares.

Pero los Estados Unidos también tienen mucho en juego en el comportamiento de Israel. No somos simples observadores. Porque si Hezbolá toma represalias contra Israel, o si las milicias apoyadas por Irán en Siria toman represalias contra Israel, o contra nosotros por permitírselo a Israel, podría estallar una nueva guerra, y habría un reclamo generalizado de una mayor intervención norteamericana.

Sin embargo, los norteamericanos no tienen ningún interés en una nueva guerra, capaz de costarle a Trump la presidencia, tal como la guerra de Irak le costó al Partido Republicano el Congreso en 2006 y la Casa Blanca en 2008.

Los Estados Unidos han hecho todo lo posible para evitar un enfrentamiento militar con Irak por muy poderosas razones. Cuando apenas quedan 5.000 soldados en Irak, las fuerzas norteamericanas se encuentran ampliamente superadas en número por unos 150.000 combatientes de las Fuerzas de Movilización Popular proiraníes, que desempeñaron un papel decisivo para impedir que el ISIS llegara a Bagdad durante los días del califato.

Y, por igualmente buenas razones, el portaaviones Abraham Lincoln, con sus 5.600 tripulantes, que Trump envió para disuadir a Irán, nunca ingresó al estrecho de Ormuz ni al Golfo Pérsico sino que permanece en el Mar Arábigo frente a las costas de Omán y, por momentos, a unas 600 millas náuticas de Irán. ¿Por qué esta poderosa nave de guerra mantiene esa distancia? Porque no queremos un enfrentamiento en el Golfo y, como dice el almirante retirado James Stavridis, ex comandante aliado supremo de la OTAN: “En cuanto un portaaviones se acerca a la costa, y especialmente en aguas confinadas, el peligro para la nave aumenta considerablemente. Se vuelve vulnerable a los submarinos diesel, a los misiles de crucero lanzados desde la costa y al ataque en manada de pequeñas embarcaciones armadas con misiles.” Lo que constituye una descripción casi perfecta de las defensas costeras y de las fuerzas navales de Irán.

La expansión de la guerra de Israel contra Irán y sus satélites en el Líbano e Irak –y tal vez más allá– emprendida por Netanyahu, y su propio reconocimiento de esa expansión, nos plantea problemas a las dos naciones. Israel tiene junto a sus fronteras, o cerca de ellas, poblaciones hostiles en Gaza, Siria, el Líbano, Irán e Irak. Decenas de millones de musulmanes lo consideran como un enemigo que debe ser expulsado de la región. Mientras mantiene una paz fría con Egipto y Jordania, tiene como aliados temporarios, mientras el enemigo sea Irán, a los saudíes y los árabes del Golfo.

¿Es sustentable esta generalizada enemistad?

En cuanto a los Estados Unidos, ¿acaso le hemos cedido a Netanyahu algo que ninguna nación jamás debería ceder a otra, ni siquiera a un aliado, como es el derecho a llevar a nuestro país a una guerra que ellos eligieron, pero no nosotros?

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.