Que por las redes sociales, los medios de comunicación, las charlas de fin de semana y las colas del supermercado circulen tonterías es algo que ya aprendimos a soportar. Ahora cuando uno ve a un distinguido profesional del derecho, ex miembro del Consejo de la Magistratura, convertirse en antena repetidora de esas mismas tonterías se siente llamado a intervenir contra esa cadena de la ignorancia. Lo que este abogado reiteraba en un tuit, como si fuera cosa juzgada, era la aseveración de que el peronismo había ayudado a derrocar a todos los gobiernos democráticos posteriores a 1955. “Si se lo hicieron a ellos, ¿no se lo van a hacer a Macri?”, concluía. El lugar común distribuido por el jurista es gemelo del que dice que el de Mauricio Macri sería, Dios no permita lo contrario, el primer gobierno democrático no peronista en terminar su mandato en tiempo y forma. Repasemos un poco la historia a ver si esas afirmaciones se sostienen. Y empecemos por la década de 1950, como hizo el autor del tuit. El gobierno democráticamente electo de Juan Perón fue derrocado en 1955 por los militares, la Iglesia, los radicales y el poder económico. Con la declarada intención de salvar la República y las instituciones, algunos de esos confabulados habían ametrallado meses antes desde el aire la Plaza de Mayo, matando a 300 transeúntes desprevenidos. El peronismo estuvo proscripto e imposibilitado de presentarse a elecciones durante los 18 años siguientes, lo que empaña un poco el carácter democrático de los gobiernos electos que vinieron después, pero sigamos. En 1962, los militares, los radicales, una parte de la Iglesia y una parte del poder económico derrocaron al ex radical Arturo Frondizi porque había permitido que el peronismo participara de unas elecciones para la gobernación bonaerense, que obviamente ganó. En 1966, los militares, la Iglesia y el poder económico derrocaron al radical Arturo Illia simplemente porque se les había metido en la cabeza la idea de inaugurar una Argentina corporativa. En 1976, los militares, los radicales, la Iglesia y el poder económico derrocaron a María E. Martínez, invocando razones de seguridad interna que ya habían sido encaradas por la mandataria, pero más preocupados por reordenar la economía nacional según el consejo de intereses corporativos y financieros externos. Martínez era la viuda de Juan Perón, quien había vuelto al poder tras un complejo proceso iniciado en 1973, cuando el peronismo pudo participar nuevamente de una elección democrática. En 1989 el presidente radical Raúl Alfonsín tuvo que entregar anticipadamente el poder a su sucesor electo Carlos Menem, incapaz de controlar una serie de violentas crisis económicas provocadas por su incompetencia administrativa. En 2001, el presidente radical Fernando de la Rúa fue derrocado por un golpe civil orquestado por radicales, peronistas y el poder económico, cuando la economía del país padecía convulsiones similares a las generadas durante la presidencia de Alfonsín. Resumiendo, desde 1955 para acá, los peronistas gobernaron un total de 25 años, sufrieron el derrocamiento de dos presidentes y dieciocho años de proscripción; los radicales gobernaron durante 19 años (si le sumamos los cuatro de Macri, como creo que debería hacerse porque sustancialmente son lo mismo), sufrieron el derrocamiento de tres presidentes y la entrega anticipada del poder por parte de un cuarto. Tres presidentes peronistas terminaron sus mandatos y dos de ellos fueron reelectos. Ningún presidente radical, hasta hoy, pudo terminar su mandato en tiempo y forma. El argumento de que los peronistas tuvieron la culpa es otra tontería tan abundantemente reiterada como escasamente fundamentada. En el lapso comentado, el radicalismo estuvo asociado a todos los golpes de estado menos el ocurrido en 1966; el peronismo sólo intervino en el golpe del 2001. –S.G.