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Bibi quiere, Bibi tiene

Por Pat Buchanan *

El lunes, el presidente Donald Trump declaró al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán como organización terrorista, primera vez que los Estados Unidos extienden esa calificación a una parte del gobierno de otra nación. El Consejo Supremo de Seguridad Nacional iraní respondió declarando al Comando Central de los Estados Unidos como grupo terrorista. Con 5.000 soldados norteamericanos desplegados en Irak y otros 2.000 en Siria, a menudo en proximidad de unidades iraníes, esto coloca a los dos países a centímetros de la guerra.

¿Por qué lo hicimos? ¿Qué ganamos los norteamericanos con esto? ¿Cómo vamos a negociar ahora con el CGRI la cuestión de los ensayos misilísticos?

El líder israelí Bibi Netanyahu se atribuyó el crédito de la decisión de Trump, al tuitear: “Una vez más ustedes protegen al mundo de la agresión y el terrorismo iraní… Gracias por aceptar otro importante pedido mío.”

Otros “pedidos” anteriores a los que Trump accedió fueron mover la embajada estadounidense a Jerusalén, declarar a Jerusalén capital eterna de Israel, cerrar el consulado palestino y cancelar la ayuda, y reconocer oficialmente las alturas del Golán, capturadas a Siria en 1967, como territorio soberano israelí.

Lo que Bibi quiere, Bibi tiene.

Sólo cabe rogar que sus futuros pedidos no incluyan la demanda de que dejemos de dar vueltas y asestemos de una vez a Irán la misma “pavorosa conmoción” 1 que George W. Bush prodigó al Irak de Saddam Hussein.

Luego de la victoria electoral de Bibi el martes, la quinta de su historia, el plan secreto de paz para el Medio Oriente en el que el yerno de Trump Jared Kushner ha venido trabajando en estos últimos dos años, probablemente salga a la luz. Sin embargo, es difícil imaginar cómo puede nacer con vida.

Bibi no va a aceptar que los palestinos tengan derecho a regresar a Israel, ni que la Ciudad Santa sea compartida con un estado palestino gobernado por un sucesor de Yasser Arafat. Y, así como Bibi combatió la remoción por Ariel Sharon de los 8.000 colonos judíos de Gaza, no va a ordenar que decenas de miles de colonos judíos abandonen sus hogares en la Cisjordania. Más aún, en vísperas de su reelección el martes, Bibi prometió a los israelíes que iba a comenzar la anexión de los asentamientos judíos en la Cisjordania.

En cuanto a Trump, es el personaje más popular en Israel. Y no va a ser él quien obligue a Bibi a hacer lo que Bibi no quiere hacer, y arriesgar de ese modo sus importantes apoyos políticos entre la comunidad judía norteamericana. Dada la indulgencia del ala progresista del Partido Demócrata repecto del movimiento antiisraelí BDS (Boicot, Desinversión y Sanción) y las divisiones entre los demócratas respecto del expansionismo de Netanyahu, el comportamiento proisraelí de Trump se convirtió en fuente de ganancias políticas para los republicanos.

Es posible que Bibi quiera una guerra entre los Estados Unidos e Irán, pero eso no es lo que quieren, o necesitan, los Estados Unidos.

Pensemos en lo que le han costado a los Estados Unidos veinte años de guerra en el medio oriente, mientras China se mantenía lejos de la región y encaminaba su poder e influencia hacia el Asia, África y Europa.

En Afganistán, los talibanes controlan ahora más territorio que el que tenían en 2001, y están negociando con los Estados Unidos el retiro de los 14.000 soldados que todavía tenemos allí. Costo de la guerra afgana: 2.400 muertos, 32.000 heridos, un trillón [estadounidense] de dólares a la basura, y los Estados Unidos al borde de una potencial derrota estratégica.

Tan horribles han sido los cinco años de guerra civil en Yemen entre los rebeldes hutíes y el régimen apoyado por los saudíes que derrocaron que las dos cámaras de Congreso invocaron la ley de Poderes de Guerra y ordenaron a Trump poner fin a la ayuda que los Estados Unidos proporcionaban a la intervención saudí.

En Libia, donde una operación de la OTAN liderada por los Estados Unidos derrocó al coronel Gaddafi en 2011, un general renegado controla ahora dos terceras partes del país y está preparando un asalto contra Trípoli. Soldados y diplomáticos norteamericanos abandonaron la capital la semana pasada.

En Siria, el presidente Bashar al Assad, apoyado por Rusia, Irán y el Hezbolá, derrotó años atrás a unos rebeldes apoyados por los Estados Unidos.

Las milicias kurdas de Siria, a las que nos asociamos para aplastar al ISIS, fueron declaradas terroristas por los turcos, que prometen aniquilar a los kurdos si intentan volver a sus hogares junto a la frontera con Turquía.

Y en cuanto a Turquía en sí, el presidente Erdogán dice que este verano boreal va a recibir un sistema ruso S-400 de defensa antiaérea y misilística. Hágalo, dicen los Estados Unidos, y nosotros le cancelamos su pedido de 100 F-35. El justificado temor de Washington es que el sistema ruso S-400 sea probado contra el caza de quinta generación más avanzado de los Estados Unidos, el F-35. Si Turquía no cancela el S-400, parece inminente una crisis en la OTAN.

En Irak, donde quedan 5.000 soldados norteamericanos, conviven en el seno del gobierno elementos pro–estadounidenses y pro-iraníes; la recíproca declaración del CGRI y el Comando Central como organizaciones terroristas no puede sino plantear problemas endemoniados para los militares y los diplomáticos norteamericanos que todavía siguen en ese país.

En resumen: aunque Bibi y John Bolton puedan querer la guerra con Irán, los intereses nacionales estadounidenses, según la espantosa experiencia de dos décadas, así como los intereses políticos de Trump, indican que no deben emprender guerra alguna.

Ni una sola guerra en el oriente medio resultó en este siglo según lo planeamos o lo deseamos.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

  1. “Shock and awe”, concepto desarrollado en la National Defense University de los Estados Unidos, y que apunta a la destrucción psicológica de la voluntad de pelear del enemigo antes que a la destrucción física de sus fuerzas militares. []